El primer obstáculo para la resolución del problema es el pudor. “Para
todo lo que corresponde al mundo ginecológico siempre hay que romper con la
barrera o con el tabú de la consulta. Hay mujeres que llegan y hace seis años
que están buscando un embarazo. No consultan antes porque les da vergüenza o
piensan que es un problema de ellas”, explica a Galería la ginecóloga
especializada en piso pélvico Josefina Tarigo. “Ir a contarle a un profesional
que te orinás o que tenés pérdida de materia (fecal), o de gases, o que estás
incómoda en tu vida sexual está mucho más relegado todavía”.
Es sabido que la mujer no suele priorizar tanto su bienestar como el de
su entorno. Las patologías del suelo pélvico, que impactan fundamentalmente en
la calidad de vida, suelen llegar al consultorio recién cuando empiezan a
afectarla en el trabajo.
El segundo obstáculo es el diagnóstico. Un estudio realizado en 2019 por
la Universidad de Copenhague a casi siete millones de personas concluyó que las
mujeres recibían diagnóstico de cientos de enfermedades (incluyendo cáncer y
diabetes) cuando eran, en promedio, cuatro años mayores que los hombres. Según
Søren Brunak, uno de los autores del estudio, teniendo en cuenta que los
hombres tienden a ir al médico más tarde, la diferencia temporal sería aún
mayor. Se estima que seis en 10 mujeres no son diagnosticadas de endometriosis,
mientras que solo tres en 10 hombres no son diagnosticados de disfunción
eréctil. Está claro que la sanitaria es otra de las brechas de género que el
mundo todavía no ha logrado resolver.
Por último, lo que tarda en llegar (o no llega como debería) es el
tratamiento. En Uruguay, algunos seguros de salud privada ya cuentan con
policlínicas de suelo pélvico, pero no está generalizado, lo que dificulta el
acceso a los tratamientos.
Una población relegada. Tarigo
recuerda una publicidad que salió al aire hace unos 10 años. Mostraba a mujeres
jóvenes, profesionales, que decían haber encontrado la solución a su
incontinencia en una especie de bombacha-pañal. “No podía creer que esa fuera
la solución que se promocionaba en la tele”, recuerda. En ese entonces ella
participaba en una de sus primeras jornadas sobre el tema y cada día confirmaba
más una vocación que desde un principio le interesó, además de por permitirle
desarrollarse en cirugía, por su enfoque más social y de género, “por lo
relegado que esto estaba y la desigualdad en el acceso, en la escasa
información. Lo normalizado que está en la población tener cierto grado de
prolapso, o incluso de incontinencia, que es algo normal y esperable en la vida
de las mujeres”.
En 2019 la periodista británica Caroline Criado-Pérez publicó La
mujer invisible: Descubre cómo los datos configuran un mundo hecho por y para
los hombres, un libro que revela la inequidad en los datos disponibles
sobre la salud de las mujeres. Allí, la autora detalla que en 31 ensayos
médicos sobre insuficiencia cardíaca congestiva, cada tres participantes
hombres había una mujer. “Durante milenios, la medicina se ha basado en el
supuesto de que los cuerpos masculinos pueden representar a la humanidad en su
conjunto”, aseguró Criado-Pérez.
“Hay muy poca investigación en salud en mujeres”, dice Tarigo. “En las
embarazadas no se investiga porque no es ético, entonces todo es a ensayo y
error, extrapolamos estudios que se hacen en varones”. Algo parecido sucede con
el desarrollo de fármacos. “Siempre las pruebas son en el varón blanco, de 70
kg, sin comorbilidades”. Según Tarigo, el sesgo tiene que ver con evitar las
complejidades en la investigación que conlleva, desde un punto de vista más
técnico, el ciclo menstrual de la mujer. “Uno piensa entonces que en la mujer
menopáusica sí van a investigar. Pero no, ahí no se estudia tampoco porque la
mujer posmenopáusica, desde algunas perspectivas, deja de ser relevante en la
economía”.
La reunión anual del Foro Económico Mundial en Davos de enero de este
año hizo foco en la salud de la mujer, precisamente con miras a achicar la
brecha sanitaria de género. Según un reporte realizado en conjunto con el
McKinsey Health Institute que se presentó en esa instancia, pese a que viven
más, las mujeres pasan un 25% más de sus vidas en malas condiciones de salud
que los hombres.
El tabú de la consulta. Las
patologías del suelo pélvico no son fáciles de contar porque están directamente
ligadas a la intimidad. “La evidencia científica, que estudia mucho también la
parte cualitativa, dice que hay mucho de pudor, de tabú. Muchos de los síntomas
son temas que todavía no tenemos tan habilitados para hablar socialmente”, dice
Natalia Grignola, fisioterapeuta que trabaja en suelo pélvico, docente de la
asignatura Introducción a la Reeducación del Piso Pélvico en la Licenciatura en
Fisioterapia de la Universidad Católica.
“Las mujeres no hablamos de un montón de cosas”, opina también Tarigo.
“Yo me doy cuenta con mis amigas. Casi que no se hablaba de los problemas que
tuvieron en la lactancia hasta que una la pasó horrible y un día fue el tema de
la conversación. Y ahí las demás, que ya habían tenido hijos, empezaron a
contar. Nos juntamos mil veces a hablar de la vida de la langosta y nunca a
nadie se le ocurrió hablar de esto”. Según Tarigo, falta hablar entre amigas,
entre mujeres, todo lo que afecta la intimidad de la mujer; y también falta la
habilitación: “Siempre hay alguien que te dice que es normal, que no se hace
nada. Que te pongas el adherente y con eso vas a andar bien”.
La ginecóloga está acostumbrada a escuchar a mujeres posmenopáusicas
decir que ya cerraron el capítulo de la sexualidad. “Les generó un problema y
decidieron dejarlo de lado. Y a veces es que tienen un poco de sequedad
vaginal, amplitud vaginal sintomática o algo de dolor en las relaciones porque
tienen un pequeño prolapso. O pierden orina cuando tienen relaciones sexuales,
y no cabe en la cabeza de nadie enfrentarse a una relación sexual con todas
esas incomodidades”.
De la amplitud vaginal sintomática no habla nadie. Es otra de las
patologías frecuentes de piso pélvico y suele ser una consecuencia de los
partos. Sucede cuando la vagina queda “entreabierta”, lo que hace que entre
aire y también expulse gases: “Al no tener un mecanismo de continencia no tenés
forma de controlarlo”, explica la ginecóloga.
Tarigo es optimista en cuanto a la desaparición de los tabúes, sobre todo
en las mujeres menores de 50. En las mayores, sin embargo, este tipo de
problemas no aparecen espontáneamente en la consulta salvo que se trate de algo
drástico o interfiera en su trabajo.
Tratamientos y soluciones. La mayoría
de las personas descubrieron las bolas chinas en una escena de la serie de
películas Cincuenta sombras de Grey. Christian Grey, aficionado a las
prácticas sexuales masoquistas, le regala (y le coloca) a Anastasia Steele un
par de bolas chinas que, en el contexto de la película, no pueden ser otra cosa
que un juguete sexual. Junto con unas caravanas de diamantes, debe llevarlas
puestas a una fiesta como un accesorio más. Pero el invento de las bolas chinas
se remonta a Japón (no a China), al año 500 d. C., y responde a un deseo
masculino: el emperador de la época quería que sus concubinas estuvieran
siempre listas para el acto sexual. Debe haber sido uno de esos hallazgos
fortuitos que abundan en la humanidad el que determinó que podían, además de
servir al hombre, cumplir una función terapéutica para la mujer: el
fortalecimiento del suelo pélvico.
Este dato es, probablemente, una de las pocas estrategias que se conocen
popularmente para fortalecer el suelo pélvico. Esto y los famosos ejercicios de
Kegel, que no son más que una contracción reiterada de la musculatura. “Más
allá de fortalecer el piso pélvico, ayudan a lograr tomar conciencia de que
existe”, explica Tarigo.
Por otro lado, están las creencias populares equivocadas. Grignola hace
énfasis en que “cortar el chorro de pis” no sirve para entrenar los músculos
del suelo pélvico, y no es recomendable. Aunque está superextendida su supuesta
eficacia, lo que puede generar, en cambio, es un síndrome llamado de la “vejiga
hiperactiva”, que se da cuando la vejiga se empieza a “confundir” y no sabe
cuándo está llena y cuándo no.
En Uruguay
existe la Sociedad Uruguaya de Perineología (Super) —una asociación que reúne
ginecólogos, urólogos y fisioterapeutas—, pero de todas maneras el acceso a
tratamientos no es fácil. Según Grignola, “mucha gente ni siquiera sabe que
existe la fisioterapia de suelo pélvico, que su problema tiene una solución”.
El
tratamiento fisioterapéutico difiere bastante de la fisioterapia clásica.
“Cuando empieza la materia en facultad siempre les digo que la fisioterapia de
suelo pélvico tiene más de consulta ginecólogica que de consulta tradicional de
fisioterapia”, cuenta Grignola. “En general hay un momento en camilla en el que
te dedicás a observar ese suelo pélvico y a que la persona se observe, porque
muchas veces hay una desconexión entre el cuerpo y el registro del cerebro. De
las manos tenemos un registro mucho más claro, porque las estamos viendo todo
el día; el cerebro tiene un montón de información y un montón de imágenes y un
montón de sensaciones de las manos. Pero en cuanto a suelo pélvico tiene menos
archivo, entonces nos termina pasando que tenemos un dominio, un control motor,
y un control de la función y de la activación del suelo pélvico mucho menor”.
Una vez que
se logra que la persona vuelva a registrar que el suelo pélvico es parte de su
cuerpo y recupera las riendas del movimiento, se pasa a producir otro tipo de
estímulos, “más parecidos a la vida real”. “Preparamos a la persona y a su
suelo pélvico a, por ejemplo, resistir un estornudo, resistir una tos. Y
depende de cuáles sean los objetivos y las actividades cotidianas de esa
persona, hasta dónde lleguemos. Hay gente que quiere volver a hacer crossfit y
hay gente que simplemente quiere poder correr con sus nietos sin que se le
escape una gota de pis”.
En cuanto a
la disponibilidad del tratamiento, existen algunas propuestas en seguros de salud
privados, pero no en todas las mutualistas o centros asistenciales hay
fisioterapia de suelo pélvico a disposición de los usuarios. “Esto complica más
las cosas, porque el que puede acceder en general es el que lo puede pagar”.
En los casos de las mutualistas que sí cuentan con ese servicio, según
Tarigo, suelen ser intervenciones cortas, que no logran completar la
rehabilitación. “Puede pasar que a alguien le lleve las seis, ocho sesiones
darse cuenta de cómo controlar el piso pélvico y después necesite 10, 15 más
para aprender herramientas”.
Pensando en la falta de acceso de algunas personas a tratamientos, en
ocasiones Tarigo dirige a sus pacientes a videos informativos de
fisioterapeutas reconocidos disponibles en YouTube, más que nada para obtener
información. “Hay un montón de cosas que se pueden solucionar desde casa”,
asegura.
En los últimos tiempos han aparecido algunas innovaciones, como la silla
Emsella, que induce contracciones musculares en el suelo pélvico a través de
energía electromagnética focalizada, y la aplicación de botox en los casos de
aumento de tono muscular como es el vaginismo. Cada tratamiento se indica
dependiendo del caso.
Aunque se han ido dando algunos pasos, queda mucho camino por andar en
cuanto a la equidad en el sistema de salud. La recomendación a las mujeres que
tengan alguno de estos síntomas es, primero, consultar, y después insistir. “No
quedarte con el que te dice: ‘Eso que te pasa es normal’, o ‘lo que tenés no se
puede operar”, aconseja Tarigo. Ir distintas a la consulta: firmes y
determinadas a defender la calidad de vida y el bienestar propio.
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Piso pélvico
para deportistas
El fortalecimiento del suelo pélvico es esencial no solo para las mujeres
que, después del parto, quieren retomar la actividad física, también de forma
preventiva para las que practican deportes de impacto o levantamiento de pesas.
“Si una persona se quiere desarrollar profesionalmente en el deporte, o quiere
entrenar tres, cinco veces por semana, está bueno que vaya haciendo en paralelo
un entrenamiento de su suelo pélvico. Si el suelo pélvico no le sigue el tren
al resto de los músculos del cuerpo, tenemos un desbalance muscular muy
grande”, asegura Natalia Grignola, fisioterapeuta que trabaja en esta materia.
Lo mismo opina la ginecóloga especializada en piso pélvico Josefina
Tarigo. “Hay muchas mujeres jóvenes a las que nunca nadie les explicó que si
van a hacer cualquier ejercicio que aumente la presión abdominal, o ejercicios
de impacto, los tienen que acompañar de la contracción del piso pélvico para
evitar que estas patologías —que tienen sus predisponentes— logren
desarrollarse completamente”, explica.
Lo
que se hace es entrenar un reflejo llamado knack para contraer el piso pélvico
cada vez que se levanta peso. Si bien al principio se hace muy a conciencia,
después se logra esa contracción espontáneamente.