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    Canciones maravillosas bajo el diluvio: el recital de Paul McCartney en San Pablo

    El músico de 81 años dio tres conciertos en San Pablo y concluye este domingo su gira brasileña en el Maracaná, show que será transmitido por Disney+

    De cero a cien en menos de un segundo. Can’t Buy Me Love es una de esas cuatro o cinco canciones que cimentaron ese big bang cultural llamado beatlemanía. Fue el primer simple de A Hard Day’s Night y cerró el increíble lado A de ese álbum de 1964 con el que los Fab Four desembarcaron en Estados Unidos. Bueno, imaginen la bomba de emoción que cayó sobre el Allianz Parque de San Pablo el domingo 10 a las 20.18 cuando Paul McCartney salió a escena y comenzó su último recital de la gira Got Back! en la mayor ciudad latinoamericana con ese tema que comienza por el estribillo y que contiene la quintaesencia del éxito pop. Fue la primera de las 33 canciones que cantó durante dos horas y media, el mismo exactísimo tiempo en escena que en las otras ciudades de México y Brasil donde ha actuado durante el último mes. Fue el noveno de los 11 conciertos programados: dos en México y nueve en Brasil. Pero fue el único que transcurrió enteramente bajo agua.

    Como en sus dos inolvidables presentaciones en Montevideo (la primera en 2012 y la segunda en 2014), este concierto conserva su estructura mixta, entre el inoxidable repertorio beatle y su extensísimo e interminable cancionero solista, que reúne, con los siete discos de Wings, 25 álbumes en 53 años. Cambia el nombre de las giras pero la propuesta es la misma: un show de estadio donde lo fundamental son las canciones. Las pantallas laterales cumplen una función más que nada utilitaria: mostrar al protagonista en tamaño gigante para que sus gestos puedan ser apreciados desde el punto más lejano del estadio. Por supuesto que hay parafernalia: a la tradicional pirotecnia incendiaria de Live And Let Die se suma el juego de rayos láser que atraviesan el recinto, una nueva parrilla de luces robóticas y una plataforma que lo eleva varios metros cuando canta Blackbird solo con su guitarra folk. Pero en este show nada logra emocionar como esas canciones increíbles, esas melodías que circulan por las arterias de millones y millones.

    Como siempre, Paul toca una decena de instrumentos, entre su clásico bajo Höffner, sus guitarras Les Paul y folk, el piano, el teclado (sonido de clavecín), la mandolina y el ukelele. Otro rubro que se mantiene invariable es la banda que lo acompaña, la misma que vimos aquí, que se recita de memoria como los equipos que ganaban la Libertadores en el siglo XX: Rusty Anderson y Brian Ray en guitarras, Paul Wix Wickens en teclados y Abe Laboriel Jr. en batería. Se suman los Hot City Horns, el exquisito trío británico de bronces compuesto por Kenji Fenton (saxo), Mike Davis (trompeta) y Paul Burton (trombón), que gira con Paul desde hace cinco años.

    Pero claro, ahora este caballero cuenta con nueve años más que la última vez que lo vimos por aquí. Y lo que resulta más asombroso, más emocionante, más increíble que cualquier efecto especial es que a sus 81 años conserva el poder vocal suficiente para sostener 150 minutos de pie, yendo y viniendo, subiendo la escalera para sentarse al piano, bromeando con el público, manejando los climas, llevando el ritmo del show con maestría. Lógicamente, se nota el paso del tiempo, especialmente en el primer tramo, donde se apreció cierta dificultad para alcanzar las notas más agudas y para mantener el aire en las notas largas. Por algo se especula con que esta es su última gran gira mundial. Ahora, tras la media hora inicial, con el instrumento templado, su performance vocal fue sobresaliente. Temas como Let Me Roll It, Maybe i’m Amazed y Jet imponen una altísima exigencia vocal. Ni que hablar, Helter Skelter, donde el despliegue interpretativo del cantante es demoledor. El lugar común es asociar a McCartney con el pop, con la melodía dulce, con una impronta armoniosa. Todo eso es muy cierto. Pero también es preciso subrayar que es uno de los mayores cantantes de rock and roll (y de rock a secas) de la historia.

    Muy pocos vocalistas llegan a esa edad cantando todas las canciones en su tono original (con 19 años menos, Fito Páez ya le bajó entre dos y tres tonos a todo su repertorio). Seguramente toda su disciplina de vida, su alimentación y su entrenamiento persiguen ese objetivo como máxima prioridad. Y vaya si da resultado. No es solo que alcanza las notas más agudas sino cómo lo consigue, con soltura, con prestancia, con aplomo y sobrado de aire, sin que le resulte un esfuerzo desmedido.

    Por muchas razones, Paul McCartney es el músico vivo más importante sobre la faz de la tierra. Dylan, Jagger y Richards están cerca más allá de gustos y de otras valoraciones subjetivas, la gigantesca influencia cultural de Los Beatles en Occidente se mantiene vigente en 2023 como en 1965. Sean donde sean, en los recitales de McCartney están todos los públicos. Como en Montevideo una década atrás y como en tantas ciudades, el domingo en San Pablo la mayoría eran mayores de 50. Ahora bien, la cantidad de veinteañeros cantando las canciones de memoria era muy llamativa. Y pese a la fuerte lluvia que irrumpió en el tercer tema (Letting Go) y que nunca cesó, nadie se movió en el campo del Palmeiras.

    En este repertorio hay demasiados grandes momentos. Casi que uno por canción. Drive My Car, Got To Get You Into My Life y Getting Better son los siguientes mojones beatles. Cada una con su maravilla particular, con esa melodía única, con ese momento favorito que cada beatlero tiene en cada canción. La frase de vientos en Got To Get…, los coros de Getting… y así. Más adelante llegó esa belleza country llamada I’ve Just Seen a Face con su estribillo magnético, de esos fragmentos de canción que se instalan en el oído durante un día entero y que uno no puede dejar de oír en su interior: Falling, yes I am falling / And she keeps calling / Me back again.

    A continuación, sonaron dos piezas fundacionales: In Spite Of All The Danger, una de las primeras composiciones de McCartney (firmada junto con Harrison) y considerada la primera grabación de Lennon, McCartney y Harrison juntos, en su etapa inicial, como The Quarrymen. Paul la presentó sencillamente como our first record. De inmediato, Love Me Do, sencillamente el primer simple de Los Beatles. Las 55.000 personas coreando esas tres notas de armónica es uno de los tantos instantes de piel erizada de este concierto. Luego viene otra escena de belleza superlativa: Blackbird, con Paul elevado, levitando en su plataforma sobre la multitud extasiada. Lady Madonna es uno de los momentos más divertidos del show, con el trío de vientos y Laboriel haciendo una coreo muy festiva y haciendo muecas para las cámaras. Si de diversión hablamos, allí está Ob-La-Di, Ob-La-Da. para instalar una fiesta en las tribunas y el campo, con miles de paulistas bailando bajo el aguacero y chapoteando en los pequeños charcos que se formaban en el piso de plástico.

    Tras el momento de la psicodelia, con Being for the Benefit of Mr. Kite!, nítida seña de identidad sonora del Sgt. Peppers Lonely Hearts Club Band, llegó otro momento cumbre, con Something, su comienzo con Paul cantando solo con el ukelele a ritmo de foxtrot, y el recuerdo de siempre para Harrison.

    Hagamos una pausa en el relato para hablar de los fanáticos, ese fenómeno inexplicable que provocan los ídolos y que genera acciones tan increíblemente irracionales como llenas de belleza y de poesía. Esas personas capaces de levantarse el día del concierto a las cuatro de la mañana para llegar antes que nadie a la fila para lograr el objetivo de estar en primera fila, contra la valla frontal, y así poder levantar un cartel que dice: “Paul, All You Need Is Me On Stage To Hug You”. Josefina Tramontín lo logró en Montevideo, en el recital de 2014, cuando Paul la hizo subir al escenario y firmó sobre su espalda en el Centenario, rúbrica que un rato después se transformó en tatuaje. Desde entonces esta uruguaya radicada en Portugal ha intentado repetir esa escena varias veces, en diferentes lugares del mundo. Esta vez no pudo ser. Pero la ilusión permanece intacta.

    Entre medio de las joyas beatles suenan grandes canciones de la era Wings como Junior’s Farm, Letting Go, Let Me Roll It, Let ‘Em In, Nineteen Hundred and Eighty Five, Jet y Band On The Run, dedicada a la memoria de Denny Laine, histórico guitarrista y cantante de Wings y The Moody Blues fallecido el martes 5, justo el día en que Band On The Run, la obra cumbre de Wings cumplió 50 años.

    También tienen su lugar clásicos del Macca solista como Maybe i’m Amazed (la madre de todas las power ballads), Dance Tonight (otro gran momento de baile masivo), Here Today (el infaltable homenaje a Lennon) y las más recientes My Valentine, Come On To Me y New, quizá el tema más genuinamente beatle de su prolífica obra solista del siglo XXI. Hablando de homenajes, tampoco faltó el momento Hendrix, con los ocho músicos concentrados en los dos acordes primordiales de Purple Haze, algo así como la decodificación del genoma del rock.

    El tramo final es un póker de las mejores canciones de la historia: Get Back, Let It Be, Live And Let Die y Hey Jude. El estadio entero coreando la coda final de Hey Jude, esa melodía que forma parte de, quizá y sin quizá, el pico emotivo de este concierto. Pocas melodías logran que miles de personas se abracen de esa manera para celebrar la música. Y bajo la lluvia, la postal es irrepetible.

    Cuando uno piensa que ya es suficiente, faltan los bises: y aquí McCartney lo deja todo, con media hora más de la mejor música del universo y aledaños. I’ve Got a Feeling constituye un momento histórico: Lennon aparece en la pantalla, en la azotea del edificio de EMI con su voz aislada por Peter Jackson para el documental Get Back, y así Lennon y McCartney vuelven a cantar juntos. “Ustedes no saben lo que es volver a cantar con John. Gracias, Peter Jackson”, dice Paul. Y le creemos.

    Hablando de tecnología, en San Pablo corría fuerte la versión de que en el cierre de esta gira brasileña, el sábado 16 en el Maracaná, vendrá Ringo Starr para tocar con Paul Now And Then, la canción virtual recientemente estrenada, grabada originalmente por Lennon en un casete, a la que se sumaron grabaciones de McCartney, Harrison y Starr, y que ahora fue procesada digitalmente con técnicas de inteligencia artificial. El concierto, posiblemente la última vez de Macca en Latinoamérica, será transmitido en directo por Disney+. De concretarse, sería una reunión que quedará en la historia.

    Le siguen, ajústense el cinturón, Day Tripper (en el podio de los mejores riffs de la historia del rock), Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band (reprise), Helter Skelter y la tríada final de Abbey Road que cierra la obra beatle y cierra religiosamente todos los conciertos de Paul desde hace mucho tiempo: Golden Slumbers, Carry That Weight y The End. Las palabras finales son la bendición del sacerdote a sus fieles, la versión musicalizada del “pueden ir en paz”, esos versos que se cantan siempre como si sonaran por última vez, después de los cuales salimos del estadio, bajo el diluvio paulista, con el espíritu templado como para marchar rumbo al apocalipsis con una sonrisa: And in the end / The Love You Take / Is equal to the love / You Make.

    Amén.

    Vida Cultural
    2023-12-13T23:46:00