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Michael Lawson vive felizmente en Manhattan con su pareja, Colin McKenna. Ambos se aman, son guapos, exitosos, disfrutan del sexo, sus trabajos son geniales y todo en su entorno parece ir sobre ruedas. Para festejar los 50 años de Colin, Michael decide organizarle una gran fiesta sorpresa a la que invita a todos los amigos de la pareja. Sin embargo, minutos antes de que Michael pueda sorprender a Colin con su regalo y antes de que el espectador pueda siquiera acomodarse en el sillón, es Colin quien sorprende a Michael diciéndole que no quiere seguir más con él, que necesita un tiempo para pensar. Y de lo que sigue luego de esa ingrata sorpresa es de lo que trata Desparejado, la comedia romántica protagonizada por Neil Patrick Harris (Doogie Howser, M.D. y How I Met Your Mother) que Netflix estrenó el pasado mes de julio. Y de cómo hace un gay que se acerca a los 50 años para encontrar pareja luego de haber estado alejado del asunto por más de 17.
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Creada por Darren Star y Jeffrey Richman, la primera temporada de la serie (aún no se ha confirmado una segunda, aunque es probable que se realice) tiene todas las características de los productos del primero. Star es el creador de exitosas series mainstream como Beverly Hills 90210 (1990-2000), Melrose Place (1992-1999) y Sex and the City (1998-2004), y eso se nota en el ambiente en que se desarrolla la historia: no aparece en pantalla nadie que no sea un yuppie (de mediana edad pero yuppie al fin) y los problemas del mundo que rodea a los personajes se reducen a encontrar a alguien con quien acostarse, cobrar una suculenta comisión de ventas (Michael es un exitoso agente de bienes raíces), cenar en restaurantes carísimos, asistir a cócteles en hoteles de lujo y drogarse en discotecas que son el colmo de la elegancia.
Lo sorprendente es que todo esto, que para quien escribe debería funcionar como una máquina de echar Flit echando Flit a todo trapo, se convierte en el marco ideal para las desventuras cómicas y amorosas del recién desparejado Michael, quien antes de lograr plantearse buscar un nuevo romance (o siquiera sexo) está emperrado en entender los cómo y los porqués del abandono del que ha sido objeto. En sentido especular, su ex Colin hace todo lo posible por no encontrarlo y tener que dar explicaciones. Y ahí, en ese tironeo emocional por momentos enloquecido, es donde prospera la comedia. Porque ante lo elusivo de Colin, Michael de inmediato comienza a especular sobre con quién estará y por qué lo dejó y desata un puñado de gags muy divertidos.
Para ampliar la paleta de situaciones cómicas y darle cancha al accionar de su protagonista, Desparejado le acerca un par de amigos, ambos gays y de su misma edad, quienes en sus encuentros sociales se dedican a darle toda clase de consejos más bien inútiles pero casi siempre graciosos. Ellos son Billy Burns (Emerson Brooks), meteorólogo televisivo, y Stanley James (Brooks Ashmanskas), galerista de arte. Mientras Billy se presenta públicamente como un devorahombres superficial, incapaz de entablar una relación seria, Stanley vive añorando una relación de alguna clase, no le importa si es seria o no. Mención aparte merece la socia de Michael, Suzanne Prentiss (Tisha Campbell), quien aporta la dosis central de humor del show, más allá de los conflictos de su protagonista.
Y es que esa añoranza que arrastra Stanley y la confusión que envuelve a Michael son el tópico central de la serie: lo difícil (y gracioso) que resulta para ese cuarentón largo encontrar su lugar emocional, sexual y afectivo en un círculo, el de la clase media alta gay neoyorquina, obsesionado con la superficie de las cosas y del que, pese a ser gay, no forma del todo parte por haber estado años lejos del mercado sexual y emocional. En ese señalamiento, nunca explicitado en el guion pero implícito en las anécdotas que se narran, es en donde Desparejado se desmarca de los anteriores productos de su creador. Quizá sea la influencia de su socio Richman, pero esta nueva serie no solo tiene mayor densidad dramática que Melrose Place (no era tan difícil tampoco) o que Sex and the City. Quizá sin proponérselo y sin que eso ocupe un lugar destacado en lo que se cuenta, los motivos por los que las cosas ocurren en la historia no son en absoluto arbitrarios. Es una serie que, pese a su intención abiertamente pasota, se las ingenia para retratar afectos, conflictos y sexo de manera realista y por momentos arriesgada.
Esto se debe al guion y a la idea original pero, sobre todo, a la interpretación de Neil Patrick Harris. Lejos del mujeriego y por momentos infumable Barney Stintson que protagonizara en la exitosa How I Met Your Mother, en su Michael Lawson, Harris maneja un perfecto balance entre el humor, la sensualidad y la (relativa) seriedad que las situaciones le exigen. Además de exhibir una perfecta química con su socia Suzanne (varios de los mejores gags se producen en sus intercambios), Michael debe interactuar con Claire Lewis, la compleja y amargada millonaria espléndidamente interpretada por la siempre rendidora Marcia Gay Harden, la clase de actriz que se llama cuando se quiere un secundario que robe escenas cuando le dé la gana.
En resumen, lo que podría haber resultado un producto embolante y adoctrinador (los creadores, productores y la inmensa mayoría de los actores son gays, por lo que la tentación de usar la serie como plataforma política podría haber estado presente), termina siendo una divertida serie mainstream con momentos de mucho humor y una evidente despreocupación por dar lecciones de alguna clase. En Desparejado las cosas son como son y no hace falta explicarlas ni educar a nadie en el proceso. Comedia adulta, mucho más que Beverly Hills 90210 o Melrose Place, que sin perder un gramo de sus aires hollywoodenses es capaz de tratar a su público como adultos que pueden llegar a sus propias conclusiones sobre lo que se muestra en la pantalla sin necesidad de un coach.
Así, es una serie graciosa, competente, bien actuada, con diálogos ágiles y bien escritos que por momentos se convierten en un veloz ping-pong humorístico que redunda en los mejores momentos del programa. De hecho, hace más por normalizar la cultura gay esta serie, que no da explicaciones de ningún tipo, que una docena de sesudos artículos académicos al respecto. Son ocho capítulos de media hora cada uno que perfectamente se pueden ver en uno de estos fines de semana más bien fríos que aún nos depara este final de invierno.