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Contar para ser libres, el camino hacia el bienestar en salud mental

Hablar es una forma de empezar a sanar. Y escuchar a alguien contar su historia concede el derecho y la posibilidad a otros de hacer lo mismo, más aún si la que decide hablar es una figura pública y reconocida.

Editora Jefa de Galería

Existe un grupo de especialistas cuyo trabajo consiste en mejorar el rostro de unos para mitigar la mirada de los otros. Sus pacientes son personas que sufrieron alguna modificación en su cara por distintos motivos, un accidente, una enfermedad, el consumo de sustancias.

El rostro es la carta de presentación de una persona, es el centro de comunicación desde donde se envían los mensajes al resto de la sociedad, es donde se refleja lo que piensa y lo que siente. Si ese centro se modifica, presenta una característica poco común, no muestra los rasgos habituales que tienen los humanos (dos ojos, una nariz, una boca, dos orejas), la atención de cualquier interlocutor se verá distorsionada y hará foco en lo que le resulta extraño.

Es de suponer que el portador de dicha modificación facial recibe las señales de esa atención distorsionada y se siente objeto de observación, de conjeturas, de juicios y prejuicios. Vivir reiterada y sometidamente a esta lógica tan poco recomendable como inevitable necesita de una especie de rescate, y la única forma que parece ser la posible es quitando el centro de atención que atrae, como abejas a la miel, la mirada de los otros.

Ese equipo de especialistas dedica sus jornadas de trabajo a mejorar la interacción de esas personas con el resto, su vida en sociedad, su autoestima. Claro que en muchos casos no solo se trata de un tema visual y estético, sino que esas modificaciones pueden alterar ciertas funciones del organismo que también son remediadas con este trabajo.

En eso trabaja el Servicio de Rehabilitación Bucomaxilofacial de la Facultad de Odontología de la Universidad de la República, que a su vez creó la Fundación Rostros para atender a pacientes que no pueden financiar sus tratamientos.

Detrás de cada paciente hay una historia de causas y efectos diferente, pero todas tienen como denominador común la salud mental. Mientras unos quedaron sumidos en un cuadro delicado a partir de ese cambio en su rostro, otros ya traían ciertos estados de angustia, depresión o ansiedad que terminaron provocando esa lesión física en la cara. Como bien lo dijo Carlos Páez, alguien que bien sabe de salud mental y adicciones, todos tenemos una montaña. Cada uno lleva su cruz. Y según las herramientas que tenga, maneja ese peso como puede.

Gran parte de las acciones y decisiones que los humanos tomamos surgen de nuestros estados de ánimo, ligados íntimamente a nuestra salud mental. A veces, resulta fácil juzgar las acciones de otros (olvidándonos olímpicamente de las nuestras), encasillar, simplificar, sin pensar ni conocer el mar de fondo que puede haber detrás.

La nota que la periodista Milene Breito empezó haciendo sobre el noble trabajo de la Fundación Rostros derivó en una entrevista a la reconocida modelo, actriz y figura de la televisión Eunice Castro, sobre quien todos han opinado en referencia a su nariz y la causa de su lesión. Mucho se ha hablado, mucho se ha dicho; muchas conjeturas y especulaciones, pocas verdades.

Afortunadamente, el aire que se respira en la sociedad en estos tiempos permite correr el velo de algunos tabúes y habilita a hablar de temas como la violencia privada, los abusos, la depresión, la salud mental; cuestiones que hasta hace muy poco no se podían poner sobre la mesa. Esto es liberador. Porque hablar es una forma de empezar a sanar. Y escuchar a alguien contar su historia concede el derecho y la posibilidad a otros de hacer lo mismo, más aún si la que decide hablar es una figura pública y reconocida.

Desde estas páginas agradecemos enormemente a Eunice Castro por contar públicamente la etapa oscura de su vida, en un proceso que ella misma reconoce como liberador. A partir de sus palabras, quienes la lean y estén pasando por situaciones similares —algo que, sabemos, le sucede a un amplio porcentaje de la sociedad— se pueden sentir reflejados, acompañados, alentados a buscar ayuda y a contar lo que les pasa; porque la única manera de sanar la mente es aceptando libremente lo que la atormenta. Un aprendizaje más para todos.