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El método que entrena el cerebro de los niños para que sepan defenderse en el agua

Los ahogamientos son la principal causa de muerte en niños de 1 a 4 años en Uruguay; el método natación segura entrena el cerebro de bebés y niños para que sepan defenderse en el agua y educa a los padres para que los apoyen: “Niños con herramientas, padres conscientes”, esa es la clave, señaló Guadalupe Herraiz, instructora del método

El cerebro humano es como una habitación a ciegas. Recibe información del exterior a través de las terminaciones nerviosas de la musculatura. Por eso, se puede entrenar para que ante ciertos estímulos, el cuerpo responda de determinada manera. Algo así puede suceder con el aprendizaje de la natación. Entrenando al cerebro del bebés o niños se puede conseguir que aprendan a flotar y nadar sin necesidad de utilizar dispositivos de flotación, los cuales muchas veces fallan y además crean una falsa sensación de seguridad.

En esto consiste el método de supervivencia acuática (Infant Swimming Resource), ideado por el doctor estadounidense Harvey Barnett­ en la década del 60, que propone inculcar a los niños los reflejos de supervivencia en el agua, como bloquear la respiración, hallar el punto de equilibrio, flotar y nadar.

En Uruguay, Guadalupe Herraiz se ha formado en este método, es instructora de supervivencia acuática y dirige una escuela de natación segura para bebés, niños y adolescentes con el objetivo de inculcarles destrezas acuáticas que les permitan disfrutar del agua y prevenir accidentes que podrían dejar secuelas severas o incluso causar la muerte.

De hecho, según cifras del Ministerio de Salud Pública (MSP), en Uruguay los ahogamientos son la principal causa de muerte por lesiones no intencionales en niños de entre 1 y 4 años, y la segunda en niños de 5 a 15 años. El dato es más dramático si se tiene en cuenta que no incluye la morbilidad, es decir, a aquellos niños que quedan con secuelas irreversibles a causa de un accidente acuático. Si bien oficialmente no existe este registro, Herraiz sabe que, en términos generales, por cada niño ahogado hay aproximadamente cuatro o cinco que padecen daños irreversibles.

A nivel de población en general, Uruguay es el país del Mercosur con la tasa de ahogamientos más elevada (3,9/100.000 habitantes). En tanto, para la Organización Mundial de la Salud, los ahogamientos son “un problema de salud grave y desatendido” que a escala mundial causa aproximadamente 370.000 muertes al año, lo que equivale a un promedio de 47 personas por hora.

Basta de romanticismo

Una reunión de amigos, un 31 de diciembre de hace aproximadamente 15 años, marcó un antes y un después en la vida de Herraiz. Ese día, el hijo de 4 años de una muy amiga suya se cayó a la piscina, nadie lo vio. Aunque lograron salvarle la vida, el niño sufrió muerte cerebral. Hoy tiene 19 años. “Me tocó muy fuerte”, dijo Herraiz a Galería­, quien tiene un hijo de la misma edad. Para ese entonces se dedicaba al turismo y nada tenía que ver con la natación. Sin embargo, al cabo de unos años se cruzó con el método americano de supervivencia acuática y le causó mucho interés. Esto la impulsó a investigar sobre el tema en Uruguay­. Fue así como dio con las contundentes cifras del MSP. Ante eso, no dudó en prepararse para frenar este flagelo y se fue a Estados Unidos a entrenarse en el método del doctor Barnett.

Al regresar, hace 11 años, comenzó a dar clases de supervivencia acuática a niños y fundó la escuela de natación segura, que actualmente cuenta con cuatro instructores. Con el paso de los años creó también la asociación civil sin fines de lucro Nademos por los Niños, a través de la cual pudo entrenar ella misma a sus instructores y, además, financiar la educación acuática de niños de bajos recursos. Desde que comenzó con esta movida, ya ha entrenado a casi 1.000 niños y becado a unos 50, entre ellos, niños del merendero del barrio Kennedy de Maldonado. A su vez, ha escrito un libro, La cara oculta del agua. Concientización en la prevención del ahogamiento infantil, y ha presentado un proyecto de ley que impulsa la creación de un plan de seguridad acuática.

La experiencia mostró a Herraiz­ la importancia de educar también a los padres para que entiendan la metodología y en sus casas no tomen acciones contrarias, quizás propias del método tradicional para aprender a nadar, como el uso de dispositivos de flotación en agua.

“Cuando volví a Uruguay y empecé a entrenar niños me di cuenta del blanco que hay a nivel de la sociedad y en la educación. Estamos rodeados de mares y de piscinas, porque cada vez son más accesibles, pero como adultos no estamos educados para saber cómo afecta el volumen del agua en las diferentes etapas evolutivas del crecimiento del niño”, manifestó Herraiz. Este debe se ve reforzado por la oferta de mercado, que promueve la inclusión del niño pequeño en el agua. “Hasta para vender pañales te muestran niños en el agua con flotadores”.

En este sentido, la instructora de supervivencia acuática señaló que “hay que dejar de romantizar el vínculo del niño con el agua y hablar en serio. Si el niño no sabe flotar, no debe estar en el agua. Primero, la enseñanza y la adquisición de herramientas”. “Yo les pregunto a los padres: si vos no sabés flotar, ¿te tirás a una piscina olímpica o al mar? No. La diferencia es que tu cerebro está lleno de información, pero el del niño no” y, por lo tanto, no es consciente del peligro.

Niños con herramientas, padres conscientes­

El método de supervivencia segura lo que hace es activar en el niño o bebé, cuando está en volúmenes de agua, determinadas zonas del cuerpo, para ir construyendo ciertos comportamientos motrices automáticos que se convertirán en herramientas para defenderse del agua y evitar accidentes. “Le voy indicando al cerebro: activá este punto, este otro, activá este y este. A medida que pasan las clases voy construyendo ese comportamiento motriz, de manera que cuando el cerebro lee que está rodeado de agua, acciona esos puntos, adquiere esos reflejos”, explicó Herraiz. De esta manera, los niños encuentran su punto de equilibrio y, en primera instancia, aprenden a flotar. Luego a nadar y más.

El método no utiliza dispositivos de flotación, dado que estos pueden producir en el niño y en los padres la falsa sensación de seguridad, de que el agua es “amistosa y divertida”, cuando en realidad, sin las destrezas necesarias, el agua puede resultar muy peligrosa.

“Les explico a los padres cómo la vinculación con el volumen de agua puede afectar radicalmente al niño. Así como les enseñan a lavarse los dientes antes de irse a dormir, también deberían adquirir estos hábitos”, manifestó.

Por esto mismo, la experiencia mostró a Herraiz­ la importancia de educar también a los padres para que entiendan la metodología y en sus casas no tomen acciones contrarias, quizás propias del método tradicional para aprender a nadar, como el uso de dispositivos de flotación en agua. “Es importante que los padres comprendan que el método consiste en setearle el cerebro al niño para que cuando perciba que está en volumen de agua, automáticamente tenga determinados comportamientos motrices para defenderse”, sin necesidad de ningún dispositivo de flotación.

“Si al cerebro del niño se le dijo: ‘Cuando percibas volumen de agua tenés que ejecutar este comportamiento’, y luego se mete al agua con flotadores, el cerebro entenderá que ya no necesita accionar ese comportamiento y eso que aprendió se adormece. Es como enseñarle al niño a andar en bicicleta sin rueditas y luego ponerle rueditas”.

La inclusión de la educación de los padres dentro del programa de su escuela convirtió al método en algo más integral, que denominó natación segura. Por el contrario, el método americano se dedica pura y exclusivamente a entrenar a los bebés y niños dentro del agua.

“Niños con herramientas, padres conscientes”, esa es la premisa con la que trabaja la escuela de natación segura. “Les explico a los padres cómo la vinculación con el volumen de agua puede afectar radicalmente al niño. Así como les enseñan a lavarse los dientes antes de irse a dormir, también deberían adquirir estos hábitos”, manifestó.

A su entender, la solución para un niño que no sabe flotar no es ponerle flotador o alitas, sino mantenerlo fuera de volúmenes de agua que no domine. Basta con que jueguen en una “lámina de agua”, donde pueda jugar seguro y refrescarse: “Para él, eso ya es más que suficiente”. En este sentido, indicó que cuando el niño no tiene herramientas, un volumen de agua puede matarlo a partir de los 21 segundos.

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En la escuela natación segura, los niños pueden aprenden herramientas para defenderse en el agua desde que son bebés y saben desplazarse (gatear)

En la escuela natación segura, los niños pueden aprenden herramientas para defenderse en el agua desde que son bebés y saben desplazarse (gatear)

Respecto a los bebés que no saben flotar, la instructora en supervivencia acuática aconsejó no sentar al niño en un volumen de agua que sobrepase el grosor de su pierna. “Los americanos, que son quienes lideran el mercado en estos temas, señalan que 15 centímetros son suficientes para que el niño pueda morir ahogado. Por eso, yo aconsejo que jueguen en menos de 15 centímetros”.

Barreras de prevención

Por todo esto, para Herraiz, la primera barrera de prevención para evitar accidentes acuáticos es la supervisión de un adulto educado e informado sobre estos temas. La segunda es el cerco perimetral; cualquier medio de agua debe estar cercado por todos lados e incluir una puerta de cierre automático, de forma que no haya manera de que quede abierta.

El uso de chalecos náuticos salvavidas fuera del agua constituye la tercera barrera de prevención. Los niños deben usarlo —tengan destrezas de supervivencia acuática o no— siempre que haya alguna masa de agua cerca, ya sea una piscina, un lago, un río o mar, de forma que en caso de caerse, estén protegidos. “Así como se le pone protector solar o la campera cuando hace frío, se le tiene que poner el chaleco salvavidas. Está diseñado para eso”. No obstante, la instructora advirtió que estos no deben usarse dentro del agua, ya que, como cualquier dispositivo de flotación, si el niño no sabe nadar o flotar, crea una falsa sensación de seguridad. En caso de que el niño sí tenga destrezas acuáticas, le adormece esos conocimientos.

Subrayó también que los dispositivos de flotación inflables (como las alitas o salvavidas) no deben usarse de ninguna manera, ya que “está comprobadísimo” que no son seguros. En cualquier momento pueden pincharse o desinflarse y dejar al niño sin protección.

Una cuarta barrera de prevención sería dejar las reposeras dentro del cerco de la piscina, ya que si se las deja afuera, corren el riesgo de ser utilizadas por los niños para trepar y llegar a la piscina.

En caso de tener piscinas estructurales, aquellas que se arman y desarman, es importante tener en cuenta que la escalera debe quedar siempre dentro de la piscina. Solamente se saca cuando un adulto la requiera para entrar a la piscina. Cuando termina de usarla, debe volverla a su lugar.

Natación segura

La escuela de natación segura está pensada para bebés a partir de los 11 meses (es fundamental que sepan desplazarse, aunque sea gatear) hasta niños de 6 años, aunque también recibe niños de mayor edad, incluso adolescentes.

El método supone unas 12 clases personales (un niño, un instructor) de máximo 15 minutos, con una frecuencia de dos o tres veces por semana. En definitiva, un mes y medio es suficiente para que el niño adquiera las herramientas básicas para estar seguro en volúmenes de agua.

Según la instructora, durante el tiempo que estuvo enseñando solamente supervivencia acuática registró más de 30 niños que se autorrescataron gracias a que tenían estos conocimientos. En tanto, desde que el programa incluye también la educación de los padres, la prevención ha sido del 100%.

Herraiz explicó que las clases no son más largas porque la capacidad física y cognitiva de asimilar nuevos conocimientos en un niño no es superior a los 10 minutos. “Son clases de 15 minutos donde logramos encadenar y construir lo que se llama un encadenamiento de comportamiento motriz. Logramos activar zonas lumbares, zonas de la espalda y comportamiento de brazos y piernas para los giros y conseguir el equilibrio”.

Actualmente, dos de los cuatro instructores con los que cuenta la escuela se encuentran en Montevideo y los otros dos en Punta del Este; Herraiz también vive en Maldonado. En el balneario esteño, además de las clases individuales, la escuela ofrece clases grupales para los niños que ya tienen destrezas. Por esto mismo, las clases son de 45 minutos, pero con no más de cuatro niños.

Respecto al método tradicional para la enseñanza de la natación, aquel que se utiliza en la mayoría de los clubes, en el que los niños dan los primeros pasos en el agua con flotadores, la instructora de supervivencia acuática manifestó que “las metas y los propósitos difieren totalmente” a los de su método. “No conozco lugares que enseñen a flotar o nadar a niños de 1, 2 o 3 años, aunque sea con dispositivo de flotación”. Muchas veces las clases de natación para ellos consisten en actividades lúdicas con flotadores, que Herraiz no promueve. “Las estadísticas urgen aprender cuanto antes. Una propuesta de natación tradicional puede llevar capaz 7 años”.

Hasta ahora el método de natación segura ha dado muy buenos resultados. Según la instructora, durante el tiempo que estuvo enseñando solamente supervivencia acuática registró más de 30 niños que se autorrescataron gracias a que tenían estos conocimientos. En tanto, desde que el programa incluye también la educación de los padres, la prevención ha sido del 100%. No se han registrado accidentes entre los niños entrenados.

Para terminar, un dato más que echa luz sobre estas cifras. Hace aproximadamente unos 20 años, la Academia Americana de Pediatría cambió su concepción sobre la edad oportuna para aprender a nadar. Si bien antes promovía que el aprendizaje se diera a partir de los 4 años, una vez que conoció esta metodología comenzó a alentar a los padres a que ese aprendizaje se diera a partir del año. Eran testigos de que ya a partir del año niños entrenados habían podido salvar sus vidas.

Proyecto de plan de seguridad acuática

En 2019, Guadalupe Herraiz, instructora del método natación segura, con el apoyo del entonces diputado nacionalista Pablo Abdala, el primero que la recibió, y la diputada frenteamplista Cristina Lustemberg, que luego se sumó al esfuerzo, presentó un proyecto de ley con la intención de impulsar un plan de seguridad acuática. Si bien fue aprobado por la Cámara de Diputados, al pasar a la Cámara de Senadores quedó guardado en un cajón hasta el día de hoy.

En el proyecto se establecía la educación de los adultos sobre estos temas, la reglamentación del cerco perimetral y de los dispositivos de flotación, de forma que, por ejemplo, no se permita la comercialización de los inflables. Además, proponía la obligatoriedad de la enseñanza de natación sin dispositivo de flotación a partir de los 3 años. Durante este gobierno, Herraiz fue recibida por la vicepresidenta Beatriz Argimón, quien le reconoció su trabajo y esfuerzo.