Más de 500 millones de kilómetros cuadrados tiene el planeta Tierra, y, sin embargo, para quienes tienen la posibilidad de realizar viajes internacionales, o al menos videollamadas, a veces parece tan chiquito. En un tiempo que puede ir desde segundos hasta minutos u horas, de forma virtual o presencial, muchos pueden tener contacto con personas de cualquier lugar del mundo.
Antes los alemanes estaban en Alemania, los chinos en China y los uruguayos en Uruguay. Pero ya hace muchísimos años que hay cada vez más uruguayos en Alemania, alemanes en China, chinos en Uruguay, y así todas las combinaciones posibles. ¿Quién no tiene hoy, siglo XXI, año 2024, un familiar que viva en el exterior? Quizás un hermano o hermana, un tío, un primo, un hijo. O quizás un nieto. Porque los uruguayos que emigran siguen con sus vidas en el país de destino. Algunos se casan y tienen hijos, y esos hijos se convierten en los nietos que viven lejos de esos abuelos que quedaron en Uruguay, y que en ocasiones pasan años sin conocerlos más que a través de una pantalla.
¡Y por suerte existen las pantallas! Por suerte también el planeta Tierra parece chiquito porque desde Uruguay se puede hablar con gente que está en Alemania o en China, y hasta verse las caras, en cuestión de segundos, a través del celular o la computadora. Pero, aunque la tecnología exista, no todos tienen acceso a ella, no todos saben hacer uso de ella. Para muchos, los miles de kilómetros se sienten como eso: miles de kilómetros.
Algunos tienen la posibilidad de, al menos cada tanto, tomarse un avión y, en horas, tener unos días para abrazarse y compartir momentos con sus familiares del exterior. Pero solo algunos, no todos. Para ayudar a quienes no gozan de ese privilegio, a Alberto Graetz se le ocurrió una idea. Él tiene 72 años y tres hijos: dos varones y una mujer. En 2011, la mujer decidió irse a vivir a Berlín. Allí se casó y tuvo dos hijos. Esos dos pequeños les dieron a Alberto y su esposa el título de abuelos y los hicieron descubrir un amor y un tipo de vínculo que hasta entonces jamás habían experimentado.
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Sentimientos únicos
“Me voy a vivir a Berlín”, dijo ella sin más, de un día para otro. Para Alberto y su mujer, fue un golpe “fuerte, difícil de asimilar”, según contó él a Galería. Por pertenecer al grupo privilegiado (ese que accede a las tecnologías y también a los viajes en avión), la distancia que los separaba de su hija se convirtió en una realidad mucho menos dramática de lo que imaginaron.
Pero en 2020 se desató la pandemia que sacudió al mundo. Cierres de fronteras y medidas de aislamiento hicieron imposibles los viajes durante un tiempo. El Covid-19 era algo sin precedentes y que en muchos causaba miedo, sobre todo en las personas mayores. Miedo por su salud y miedo a la soledad. Para sobrellevar esos sentimientos, cada persona buscó sus propios pasatiempos o medidas de distracción.
Alberto comenzó a escribir. Al principio, lo hizo sin un formato ni un destinatario claro. Escribía como cuando le escribía cartas a su novia (actual mujer) o a sus hijos. Cosas pensadas para terminar en un cajón. En un papel, plasmó sus sentimientos relacionados a la pandemia y la distancia. Expresó cuánto extrañaba a su hija y a sus nietos. En el proceso de escritura se dio cuenta de que esos sentimientos no eran solo suyos. Sabía que probablemente fueran muchísimas personas las que estuvieran en su lugar y pudieran sentirse identificadas con sus palabras.
Entre idas, vueltas, la salida de la pandemia, apareció la idea de conseguir una tutora literaria, un ilustrador y todo lo necesario para que, en 2024, aquellos sentimientos que Alberto plasmó en papel se transformaran en dos libros. El primero se tituló Abus, ¿qué es la distancia? Y el segundo, Super Kika y sus ayudantes: la misión. El primero abarca la historia de Alberto desde que su hija emigró a Alemania y nacieron sus dos nietos hasta que comenzó la pandemia. El segundo, desde el inicio de la pandemia hasta ya avanzada esa situación sanitaria.
Se trata de dos libros que no son del todo infantiles. Si bien están dirigidos a niños, Alberto aclara que la idea es que se los lea un adulto, porque tienen una “doble interpretación”, y un texto sencillo pero elaborado a la vez.
“La cara del avión amigo lo decía todo: sonrisas cuando debía llevarlos al reencuentro y lágrimas cuando debía separarlos. A diferencia del avión, la pantallita mágica ¡siempre los unía!”, escribe Alberto en una de las páginas de su primer libro. Y sobre el final, se da una conversación entre los personajes de los Abus: “Pensaste alguna vez si no pudiéramos viajar y ellos tampoco pudieran”, murmura la abuela. “No me asustes, no quiero pensarlo, me da miedo”, le contesta el abuelo.
“En determinado momento de la escritura me puse a pensar: yo y mi mujer, incluso mis hijos, cuando queremos sacamos un pasaje, vamos a ver a nuestros nietos o los ayudamos a ellos a pagar su pasaje para que vengan a vernos. Tenemos la posibilidad económica de hacerlo. Pero ¿qué pasa con aquellos abuelos que tienen los mismos sentimientos que yo? Los sentimientos son únicos. El tener una disponibilidad económica es un accesorio. Lo que se siente es lo mismo”, dijo Alberto. “¿Cómo podemos hacer para ayudar a esos abuelos que no pueden?”, se preguntó entonces.
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Alberto Graetz, fundador del proyecto de asociación civil Abuelos y nietos juntos
Mauricio Rodríguez
Una asociación basada en el amor
Alberto juntó a algunos amigos y conocidos y les propuso crear una asociación civil sin fines de lucro. Se llamaría Abuelos y Nietos Juntos y tendría como objetivo “facilitar el contacto entre abuelos y sus nietos que viven en otros países y que por dificultades económicas no pueden solventar un viaje”. Léase: ayudarlos a viajar. Lo recaudado a través de la venta de los dos libros, ya publicados y disponibles en librerías, sería destinado a la asociación civil. Pero esto no sería suficiente.
La idea y el proyecto de Abuelos y Nietos Juntos ya están definidos. Los viajes se financiarán con el aporte de sponsors y de socios, además de la venta de los libros. Como su nombre lo indica, la futura asociación civil apuntará a unir, por unos días, a adultos mayores con sus nietos, niños o adolescentes. El público objetivo son las personas que no pueden viajar y que, en muchos casos, ni siquiera conocen a sus nietos.
El viaje será de dos abuelos o de un abuelo y un acompañante, y la asociación financiará los tiques aéreos, una estadía de una semana en un hotel, el costo de tramitación de pasaporte en los casos en que sea necesario, y los traslados desde el aeropuerto hacia el alojamiento (y viceversa).
Para seleccionar a los beneficiarios de los viajes, los fundadores de Abuelos y Nietos Juntos establecieron requisitos básicos y una tabla de puntajes que prioriza a aquellas personas de mayor edad. Los abuelos deberán recibir una jubilación o pensión del Banco de Previsión Social (BPS) menor o igual a 35.000 pesos, importe equivalente a dos jubilaciones mínimas. Deberán presentar recibo de BPS y declaración jurada que compruebe que es el único ingreso que perciben. En caso de que sean dos pasajeros, deberán certificar que el único monto que perciben del BPS es menor o igual a 53.500 pesos, equivalente a tres jubilaciones mínimas.
Además, se les exigirá la presentación de un certificado médico en el que conste que no presentan ningún tipo de enfermedad o discapacidad física que los inhabilite para viajar. Se abrirá una lista con un cupo de 10 interesados en los próximos meses de enero y febrero para viajar en abril; y en julio y agosto para viajar en octubre de cada año.
Alberto siempre pensó en orientar este proyecto a abuelos y nietos. No padres e hijos, o amigos, o primos. “Siempre digo: tener una hija o un hijo en el exterior es complicado. Pero es mucho más difícil tener a los nietos lejos, porque uno pierde ese día a día, el contacto y el crecimiento”, explicó. Además, resaltó que se trata de las dos franjas más “vulnerables”, no de la sociedad uruguaya, sino de todo el mundo. “Los niños son vulnerables por ser niños”, dijo, “y los abuelos también porque, en general, ya pasaron una determinada edad, en su mayoría ya no trabajan, sus ingresos son menguados”, añadió.
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Abus, ¿qué es la distancia? Y, Super Kika y sus ayudantes: la misión, son los títulos de los dos libros que publicó Alberto Graetz como primera forma de financiar los viajes de abuelos
Mauricio Rodríguez
Últimos pasos
Para constituirse como asociación civil, a Alberto y sus socios les falta lograr la inscripción en los ministerios de Educación y Cultura y de Economía y Finanzas. Además, necesitan una vía estatal o institucional para llegar a su público objetivo: los abuelos. Para ello, ya entablaron contacto con algunas redes de cobranza que pagan jubilaciones, para que junto con los recibos les entreguen a los beneficiarios un comunicado que informe sobre el trabajo de Abuelos y Nietos Juntos.
Pero su máxima aspiración es poder acceder al BPS, que es el que paga la mayor parte de las jubilaciones. A través de ese organismo, la iniciativa podría darse a conocer a todos los jubilados del país. El interés de los jubilados está, y Alberto lo sabe, porque en los últimos meses visitó canales de televisión y radios, y dio entrevistas para hablar de su proyecto. De cada una de esas entrevistas salía con el celular explotado de mensajes y llamadas de abuelos que querían compartirle sus testimonios y poder acceder a esos viajes que les permitan visitar a sus nietos en el exterior. El mayor anhelo de Alberto es que el año que viene Abuelos y Nietos Juntos logre constituirse como asociación civil y que entre marzo y abril de 2025 se realicen los primeros viajes.
Para comunicarse con Abuelos y Nietos Juntos: 094 445 797 | [email protected]