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La engañosa tranquilidad de postergar la paternidad y el inexplorado reloj biológico masculino

Estudios apuntan cada vez más a los varones para comprender la capacidad reproductiva de las parejas. Aunque muy distinto al de las mujeres, ellos también tienen reloj biológico, pero la desinformación los lleva a retrasar cada vez más su proyecto de ser padres

Editora de Sociales de Galería

El año pasado, Robert de Niro fue padre por séptima vez con 79 años. Un mes después, Al Pacino tuvo a su cuarto hijo a los 83 junto con su pareja, 54 años menor. El actor tuvo su primer hijo a los 49. Con 14 años menos, el embarazo en una mujer entra en la categoría de geriátrico, un término en desuso en el diálogo hacia las pacientes debido a su connotación, pero que se sigue empleando en la jerga médica, al igual que el de madre añosa.

En un artículo sobre la donación de óvulos en mujeres mayores de cincuenta años, la investigadora de la Universidad de Oslo (Noruega) Anna Smajdor subrayó cómo cuando Rod Stewart fue padre con 66 años (en 2011) los medios se centraron en la alegría por recibir un nuevo hijo, y el desproporcionado contraste con respecto a cómo se cubrió el caso de la rumana Adriana Iliescu, quien fue altamente criticada cuando con también 66 años tuvo un hijo mediante inseminación artificial con donación de óvulos, lo que llevó a muchos a preguntarse, incluso, si la maternidad posmenopáusica debería ser ilegal.

Ríos de tinta se han documentado acerca de los riesgos de que las mujeres sean madres biológicas por la vía tradicional a partir de los 35. Sin embargo, poco se ha explorado sobre los efectos que tiene postergar la paternidad, pese a que la tasa de natalidad entre padres mayores no para de aumentar. En 1980, en Estados Unidos nacían alrededor de 43 bebés cada año por cada 1.000 hombres de entre 35 y 39 años; en 2015, esta cifra aumentó a unos 69 bebés.

En Uruguay, la realidad no es distinta. Rosina Ordoqui es médica endocrinóloga, especialista en andrología y vicepresidenta de la Sociedad Uruguaya de Reproducción Humana. Confirma que en Uruguay es notorio el aumento en la edad de inicio de búsqueda de paternidad. “En promedio, la mayoría de los pacientes que consultan están entre los 35 y 45”.

Y estos varones que acuden inicialmente para examinar su fertilidad generalmente se llevan una sorpresa: los hombres también tienen reloj biológico. “Es una edad que para la literatura se considera edad paterna avanzada”, agrega Ordoqui.

Si bien es un reloj no tan delimitado y abrupto como el de las mujeres con la menopausia, y tampoco es sintomático, existe cada vez mayor evidencia acerca de las consecuencias de retrasar la paternidad. No obstante, tanto a nivel médico como social e investigativo, el enfoque sigue estando mayormente puesto sobre la maternidad tardía. ¿Quién le ha sugerido a un hombre que preste atención a su reloj biológico?

En un artículo académico titulado La ética de la paternidad pospuesta, la investigadora de la Universidad de Amberes Hens Kristien señala que este enfoque también está relacionado con el hecho de que las mujeres han sido históricamente consideradas como las principales cuidadoras. “Quiero demostrar que este enfoque, al menos en relación con la salud de los hijos, debe revisarse a la luz de los nuevos conocimientos científicos sobre el impacto de la edad paterna avanzada”.

El sociólogo y magíster en Demografía­ y Estudios de Población Mathías Nathan también considera que el comportamiento de los varones debería ser objeto de mayor análisis:

“Me parece muy importante que se ponga el foco en los varones. Por un tema de facilidad a la hora de identificar a la madre, por el protagonismo que tienen durante el proceso de gestación y nacimiento del hijo, tenemos mucha información y generalmente tenemos el foco puesto en el comportamiento de las mujeres. Se ha dejado bastante de lado el análisis del comportamiento de los varones”. “Me parece muy importante que se ponga el foco en los varones. Por un tema de facilidad a la hora de identificar a la madre, por el protagonismo que tienen durante el proceso de gestación y nacimiento del hijo, tenemos mucha información y generalmente tenemos el foco puesto en el comportamiento de las mujeres. Se ha dejado bastante de lado el análisis del comportamiento de los varones”.

Si bien no hay consenso acerca del punto de partida de la paternidad avanzada —algunos trabajos toman como referencia los 40 años, otros los 50—, lo cierto es que a mayor edad, menor la calidad de los espermatozoides y la motilidad (las células sexuales masculinas se vuelven más lentas). Y una menor motilidad y calidad disminuye la posibilidad de embarazo espontáneo. “No quiere decir que no pueda lograrlo, pero sí puede demorar más que un varón de 20 años. Eso es lo que está claro, es así”. apunta Ordoqui.

Con más de 50 años, a la vez, aumenta el riesgo de abortos espontáneos, es decir, de embarazos que se logran pero se pierden, y existe una asociación estadística entre una paternidad avanzada y patologías de neurodesarrollo del bebé. “Lo más asociado es la esquizofrenia. Desde hace unos años se viene estudiando y hay una relación bien marcada entre la edad paterna avanzada y los trastornos de espectro autista; siempre haciendo hincapié en que estas patologías son multifactoriales”, subraya Ordoqui.

Un estudio realizado por la publicación Fertilidad y Esterilidad a 2.112 parejas de Reino Unido reveló que los hombres mayores de 45 años tenían casi cinco veces más probabilidades de tardar más de un año en concebir en comparación con los menores de 25, incluso si la pareja femenina era joven, lo que sugiere que las tasas de concepción de los hombres mayores son más bajas que las de los más jóvenes.

Mientras que en las mujeres se trata de una “caída brusca”, el reloj biológico del varón funciona como una rampa, explica Andrés Saltre, andrólogo encargado de la policlínica de Andrología de la Asociación Española y sexólogo clínico, socio del consultorio Joubanoba-Saltre­. Con los años la capacidad fértil disminuye, pero depende siempre desde qué condiciones se parta. “El varón a los 40 si tiene capacidad fértil muy baja es porque partió de una capacidad fértil ya baja. Es una rampa. Seguramente en casos como el de Robert de Niro­, en su apogeo su capacidad fértil sería brutal; su capacidad con los años fue bajando, pero partió de un punto tan alto que después de años la conserva”, sostiene. Lo mismo sucede a la inversa. “Hay varones que fueron padres a los 20 e intentan la paternidad de nuevo a los 35 pero no pueden; los estudiamos y su capacidad era muy baja”. Entonces, cuanto más avanzada la edad del varón, más le costará embarazar. “Puede pasar que tenga que recurrir a técnicas, que se logre embarazo pero que no prospere y que sea mayor la tasa de abortos espontáneos”, agrega Saltre.

De todas formas, el concepto de paternidad avanzada sigue siendo, incluso para ellos, toda una novedad. En un artículo de The Guardian titulado “Los peligros de posponer la paternidad”, el profesor de la Universidad McGill de Montreal Bernard Robaire, especializado en envejecimiento del sistema reproductivo masculino, manifestó que incluso a veces especialistas en obstetricia y ginecología desconocen el vínculo entre edad masculina y malos resultados reproductivos. “La gente supone que si hay un espermatozoide que nada y puede penetrar un óvulo, todo está bien, pero ese no es el caso”, afirmó.

Esta inconciencia es parte de un fenómeno que no solo los lleva a postergar el plan —si es que lo tienen— de ser padres; algunos estudios concluyen que la aparente tranquilidad de los varones es también uno de los motivos que explican el cada vez más difícil match reproductivo entre hombres y mujeres.

Brecha de apareamiento

Se necesita un espermatozoide unido a un óvulo. Pero las reglas de juego para ambos sexos están lejos de ser las mismas. Así lo explica Saltre: “La menopausia (mujer) y andropausia (hombre) no son equivalentes. En la mujer es una caída brusca de la capacidad fértil y del tenor hormonal en poco tiempo, mientras que en el varón ocurre en un período mucho más prolongado y no es sintomático”.

Si bien la fertilidad de las mujeres se mantiene idéntica a la de la época prehistórica —a partir de los 35, su capacidad fértil empieza a caer abruptamente—, los cambios socioculturales son una corriente que las lleva a postergar cada vez más la maternidad hasta los límites de su reloj biológico, o a relegar su deseo de tener un hijo por la vía tradicional. “Obviamente los genes no acompañan el fenómeno sociocultural. Tenemos los mismos genes que los hombres y mujeres de las cavernas”, apunta Saltre.

Desde hace al menos medio siglo, prima la narrativa acerca de las mujeres orientadas a su carrera profesional que si no son madres antes de los 35 es porque ellas así lo eligen. Recientemente han surgido nuevas aristas de este relato. Un estudio de la Universidad de Yale realizado por la antropóloga Marcia Inhorn, basado en encuestas a mujeres —en su mayoría heterosexuales— que a una edad que se considera avanzada para ser madres biológicas optan por congelar óvulos, reveló que uno de los principales motivos detrás de la postergación de su maternidad es la dificultad a la hora de formar una pareja con proyecciones también reproductivas. Buscan relaciones igualitarias con hombres en el entorno de su edad y similar nivel educativo, y se encuentran con varones que pese a cumplir con estas condiciones aún no se plantean la idea de tener una pareja formal y mucho menos asumir el compromiso de formar una familia.

Según los especialistas, este fenómeno se ve potenciado en los varones por la aparente “tranquilidad” acerca de su capacidad fértil. “No lo apura la biología, entonces para qué se va a apurar. Primero se realiza como persona y profesional, viaja y conoce el mundo, y después ve. El tema es que si hay un match con una mujer de su misma edad, están en un gran problema (para ser padres). Si matchea con una mujer de 25, no va a tener problema”, apunta Saltre. Esto podría explicar por qué las parejas suelen estar conformadas por hombres que son mayores (a veces incluso por décadas) que las mujeres, un dato que también se refleja en la última Encuesta Nacional de Comportamientos Reproductivos.

Y por qué la presión asociada a la maternidad sigue siendo mucho mayor para ellas.

“Culturalmente, antes ser mujer consistía en ser madres y criar a sus hijos. Cada vez es más aceptado que las mujeres decidan no tener hijos. No obstante, sigue siendo mayor la presión social y cultural sobre la mujer”, apunta el psicólogo Hugo Selma.

Un relevamiento realizado por Galería­ dirigido a varones que no son padres confirmó estas visiones. El 78% manifestó que quiere ser padre, y un 61% de ellos señaló que se imagina siendo padre después de los 35 años; de ellos, un 14% seleccionó la opción “después de los 40”. El 31% piensa que será padre entre los 28 y 35 años, y apenas un 1,3% cree que lo concretará entre los 20 y 27 años.

Pese a esto, un 54% cree que no está postergando la paternidad, frente a un 13% que dijeron no estar seguros.

Ante la interrogante sobre si se sienten presionados por la sociedad, por su entorno o reloj biológico para ser padres en algún momento específico, el 63% de ellos respondió que no, frente a un 24% de respuestas afirmativas y un 13% de inseguros acerca de la respuesta.

Sin presión

“No me siento exactamente presionado. Sí tengo cierto temor a ser un padre viejo. Me gustaría que ese momento me encuentre bien físicamente. Poder jugar, poder correr…”, dijo uno de los encuestados.

Otro de ellos apuntó que “el hecho de que los hombres sean padres más tarde se está normalizando”. “Cuando digo que quiero ser padre, me dicen que no hay apuro, que puedo esperar hasta los 40, es casi que promovido el tener hijos tarde cuando sos hombre”, escribió.

Si los hombres pretenden ser padres jóvenes, por lo general esa actitud responde a un anhelo o ideal de paternidad ejercida con salud y energía. En general, sin embargo, no se plantean que puedan llegar a enfrentarse a dificultades o incluso la imposibilidad de procrear, una tranquilidad que podría ser engañosa, dada por la falta de conocimiento. A esto se refiere Ordoqui: “En los varones no se ve la presión porque ellos culturalmente tienen el concepto de que su fertilidad se mantiene indemne durante toda la vida. No se sabe que la edad afecta a los varones, entonces no es un factor que les preocupe”.

A diferencia de lo que ocurre con las mujeres, que muchas veces acuden a la consulta pasados los 35 años preocupadas por su reloj biológico y la dificultad para encontrar una pareja reproductiva, Ordoqui no percibe en los varones la misma inquietud. “No he visto pacientes preocupados por encontrar una madre para sus hijos. No vemos en el hombre esa dificultad de encontrar mujeres dispuestas a asumir ese compromiso. No piensan ‘estoy llegando a los 40 y sí o sí tengo que conocer a alguien’”.

Según Selma, quienes planean ser padres en algún momento de su vida tienden a elegir “el momento más adecuado desde el punto de vista social o económico”, que generalmente no coincide con el reloj biológico.

Buscar el momento propicio es en sí mismo un factor positivo, ya que el niño nacería en un entorno que se entiende preparado económica y emocionalmente para ejercer la paternidad. Sin embargo, mientras que para tener un hijo se necesita de “un acuerdo entre mujer y varón”, los tiempos de unos y otros siguen siendo muy diferentes. “Implica una negociación entre tal vez tiempos distintos”, apunta Nathan.

Un artículo de The Wall Street Journal que analiza por qué los varones postergan la paternidad, señala que tener hijos es “el último paso” en la escala de prioridades que incluye finalizar una carrera y tener un trabajo estable con ingresos estables que le permitan hacerse cargo de un hogar. Y apunta que una posible razón de este retraso es lo que los demógrafos llaman “la transición prolongada a la edad adulta”, es decir, el punto en el que tanto hombres como mujeres sienten que han alcanzado la condición de adultos.

Consultados por Galería acerca de los motivos por los que están postergando la paternidad, la opción más señalada fue “falta de estabilidad económica” (33%), seguida por “no encontrar la pareja adecuada” (23%) y “no estar listo para las responsabilidades que implica ser padre (17%).

“Me gustaría tener una estabilidad profesional dentro del rubro en el que decidí especializarme, para a partir de ello tener una estabilidad económica que me permita construir una familia. (...) Tampoco tengo una pareja con la cual generar este tipo de proyecciones, tengo 29 años y de mi grupo de amigos de toda la vida ninguno tiene hijos, por lo que la presión social que manejo por lo pronto es cero, pero tengo en consideración que mi propio reloj biológico corre y que más adelante puede que me pese”, expresó un encuestado.

En ese sentido, el psicólogo Hugo­ Selma plantea que una sociedad “más individualista e infantilizada” redunda en la dificultad para encontrar una pareja “compatible a largo plazo con un proyecto tan demandante” como es tener hijos. “Hay dificultades para asumir un compromiso hacia otro”. Sostiene que los vínculos tienden a idealizarse como si fueran un bien de consumo. “Tienen que ser perfectos, no pueden traer inconvenientes. En cualquier relación de largo plazo hay que trabajar las incompatibilidades, pulir dificultades, pero en una sociedad de consumo es ‘paso al siguiente’”, indica. Uno de los encuestados, precisamente, manifestó que “entre tantas redes sociales que permiten observar la cotidianidad de los demás, las comparaciones pueden hacer que posterguemos la paternidad esperando el momento perfecto o una pareja ideal que tal vez nunca conozcamos”.

A esto se le suma el “bombardeo” de herramientas para conocer personas y los distintos modelos de pareja que se plantean, más allá de la monógama. “Eso cambió mucho las reglas de juego, y cuando hablamos de un proyecto tan importante como traer una vida al mundo, es una apuesta muy fuerte”, añade el psicólogo.

En esa línea, Nathan comenta que “los incentivos a nivel social son de retrasar”, tanto para hombres como para mujeres. No obstante, biológicamente de un lado (mujeres) se presenta el apuro, mientras que del otro lado existe mayor “holgura”. “El varón no tiene gran apuro, y puede jugar con el tiempo de manera diferente. Esto no se puede pensar individualmente, porque se piensa en la amplia mayoría de los casos en contexto de parejas; entonces, habría que ver qué pasa en el mundo y en la dinámica de las parejas”.

Los nacimientos caen como nunca antes en la historia, pero tanto varones como mujeres están involucrados en estos “cambios bruscos” en la capacidad reproductiva. Estas transformaciones exigen que el análisis vaya mucho más allá de los incentivos hacia las mujeres para promover la natalidad. “¿Con los varones qué pasa? ¿Qué están percibiendo los varones con respecto al cambio de expectativa de las mujeres? Por un lado están invitándolos, pero también condicionándolos a que si no tienen un cambio en la manera de encarar la crianza, la pareja, no hay posible proyecto juntos. Es muy importante empezar a considerar la perspectiva de los varones”, plantea Nathan. Los cambios socioculturales requieren, por otro lado, aceptar que mientras la paternidad y maternidad por vías tradicionales se ve cada vez más postergada, los nacimientos empiezan a provenir también de otras modalidades: familias pequeñas y ensambladas, parejas de corta duración o modelos de familia monoparentales por elección, entre tantas otras.

Proteger el reloj

El tiempo no puede detenerse, pero sí existen formas de que los varones protejan su fertilidad. La médica endocrinóloga, especialista en andrología y vicepresidenta de la Sociedad Uruguaya de Reproducción Humana Rosina Ordoqui mencionó la actividad física, el consumo de antioxidantes y la alimentación saludable como ele- mentos que ayudan a preservar la capacidad fértil. Por otro lado, la obesidad y el sedentarismo son factores de riesgo, mientras que el tabaquismo y la marihuana alteran la calidad de los espermatozoides y disminuyen su motilidad.

De todas formas, los varones tienen la posibilidad de congelar semen, una practica sencilla y económica cada vez más frecuente. Mientras que congelar óvulos cuesta alrededor de 10.000 dólares (ademas de tratarse de un procedimiento complejo que requiere medicar y operar), entregar una muestra de semen a un laboratorio para ser procesada y congelada cuesta alrededor de 3.000 pesos, con una anualidad para conservarlos de entre 10.000 y 15.000pesos.