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    Diego Labat: el economista blanco criado entre Pocitos y un tambo que puede ser ministro

    El perfil del referente económico del candidato presidencial Álvaro Delgado y una de las piezas claves en la gestión en esa área durante el actual gobierno: “No creo demasiado en las ideologías, sí en ciertas ideas que son como faros”

    Apurado después de dar un par de entrevistas radiales y preparando una gira por el noreste del país, el economista Diego Labat entra al búnker de bulevar Artigas y Chaná cargando el mate con el sticker de los dos “tics” que usa como logo la campaña del candidato presidencial por el Partido Nacional, Álvaro Delgado. Saluda a los empleados que están en ese casi vacío edificio que cinco años atrás utilizó como sede Luis Lacalle Pou y sube a una sala de reuniones. Al rato llegan y pasan a saludar Martín Lema, el casi cantado postulante a intendente de Montevideo en 2025, y José Luis Falero, el ministro de Transporte, antes de meterse cada uno en lo suyo. Allí, trabajando codo a codo con el coordinador de programa de gobierno, Agustín Iturralde, transcurren buena parte de las jornadas de Labat como ministro de Economía si los blancos —junto con sus socios de la coalición republicana— ganan las próximas elecciones nacionales.

    El ritmo y la tarea del eventual sucesor de Azucena Arbeleche es distinto —ahora tiene más flexibilidad pero recibe llamadas a cualquier hora— al que tuvo hasta hace poco como presidente del Banco Central (BCU) o antes, cuando fue director en Ancap u ocupó cargos gerenciales en bancos privados. Es, sin duda, una intensidad muy diferente también a cuando siendo un estudiante veinteañero se fue de mochilero y, ni que hablar, a cuando de niño vivió en el campo rodeado de vacas lecheras.

    Ahora, junto con un grupo de técnicos está trabajando para “ponerle números” a propuestas contenidas en el plan de gestión blanco para 2025-2030 y preocupado por el eventual triunfo de la papeleta por el Sí a la reforma jubilatoria —el “problema 1, 2 y 3 para Uruguay, según define Labat—. Pero no se adelanta: “En esta etapa no hay que pensar en resolver los detalles”, incluida una distribución de cargos en el equipo económico, aunque en su cabeza ya tiene algunas “virtudes a priorizar”. Arbeleche, de alguna forma, es una pieza en ese puzle.

    En diálogo con Búsqueda Labat rehúsa encasillarse desde el punto de vista ideológico. “No creo demasiado en las ideologías, sí en ciertas ideas que son como faros. No me gustan las visiones únicas”, subraya, y destaca como un valor superior la “libertad” y como un propósito en línea con eso “generar espacios de libertad para que los agentes se desarrollen”. También pondera como una virtud propia tener “cierto pragmatismo”.

    Como economista se desliga de los referentes más trillados. De hecho, menciona como autores que lo “marcan” al novelista y dramaturgo checo Milan Kundera; es, dice, “lo mejor” que leyó en su vida. Agrega a la lista a Mario Vargas Llosa. E insiste: “Las cosas que te marcan son las que dan una cosmovisión y no decir ‘Adam Smith o (John Maynard) Keynes’, porque son visiones muy parciales de la vida. Leí toda la obra de (Carlos) Maggi, comparto su visión de Uruguay de punta a punta. Estas cosas me definen un poco más. Más allá de que (el economista Robert) Lucas me encanta”.

    Algunos que han trabajado con Labat lo describen como un “profesional de convicciones firmes y gran tenacidad”, un “líder” que confía en quienes lo rodean y como una persona familiera y con una “vida tranquila”. Su disfrute de los veranos en la casa familiar de La Paloma y los gustos musicales —como Darnauchans, Zitarrosa, el argentino Baglietto y Simon and Garfunkel— parecen convalidar estas últimas características.

    Entre Pocitos y el tambo

    La infancia de Labat fue itinerante. Hasta sus cinco años vivió en el barrio Pocitos, pero la familia se mudó al interior cuando su padre, Martín Labat, pasó a ser juez en Progreso, Canelones, aunque el abogado tuvo luego otros destinos. Los Labat Legarra se instalaron en un tambo, de nombre San Agustín, ubicado cerca de Parador Tajes y sobre el río Santa Lucía. El padre manejaba el establecimiento junto con unos pocos empleados.

    “Viví toda mi infancia en el campo”, señala con el tono de un recuerdo feliz el ahora posible ministro de Economía. Fue a la Escuela 123 de Cerrillos y a la No 1 Artigas, en la ciudad de Florida, donde también vivió la familia.

    La pareja se separó cuando él estaba entrando en la adolescencia y la madre y los niños volvieron a Pocitos. Ella empezó a trabajar como secretaria en el sector privado y después en la Dirección de Comercio Exterior del Ministerio de Economía (MEF), ya inexistente.

    Labat hizo sus estudios secundarios en dos liceos pocitenses, el Joaquín Suárez y el 28 (Purificación). Se graduó de contador-economista en la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración (FCEA) de la Universidad de la República. Reivindica con vehemencia el sistema educativo público. “Lo defiendo a muerte. Cuando a veces desde el Frente nos atacan… Porque mi abuela fue maestra de escuela rural y pública. Mis padres, mis tíos, todos fueron a la escuela pública, mis hermanos también. Y mis hijos. Me pasó de estar en Ancap y que los cuatro directores del Frente Amplio mandaban a sus hijos a escuela privada y yo, a los míos, a la pública. Cuando segregan entre los de Carrasco y los otros, no me gusta”, enfatiza Labat.

    La explicación que da sobre su decisión de hacer la carrera de economista no es la más común. “Siempre me gustó la cuestión pública. Me gustan más las ciencias sociales, pero no es por los números, que también me gustan. Me gusta entender el funcionamiento de la sociedad”. Se recibió de contador en 1993 y de economista tres años después.

    El bicho de la política le había picado mucho antes, cuando vivía en el campo, seguramente azuzado por su padre.

    “Tendría ocho o nueve años cuando viví la primera elección en carne propia”, dice el economista. Su padre se postuló —sin éxito— para la directiva de Conaprole y por eso en la casa rural de los Labat había “movimientos, carteles, listas, en plena dictadura”. “Eso ya me marcó”, relata. “Los temas políticos siempre me llamaron la atención y por eso la idea de la economía. No es así para todo el mundo, pero yo las veo como disciplinas muy asociadas”.

    En rigor, el abogado Martín Labat estuvo mucho más cerca de la actividad política que aquel intento de entrar en la dirigencia de la cooperativa láctea. Militó en el wilsonismo, fue por muchos años el redactor responsable del semanario blanco La Democracia e integró en minoría el Directorio de la Administración Nacional de Puertos en el tramo final del primer gobierno colorado de Julio María Sanguinetti. “Ahí implosiona el wilsonismo y pasa a la actividad privada”, si bien después volvió a la política postulándose con una lista propia a la diputación, que no consiguió, recuerda su hijo, el mayor de los cinco Labat.

    Mochilero y bancario

    El ministro de Economía en un eventual gobierno de Delgado vendió alarmas, entre otras “changas”, antes de tener su primer trabajo formal a principios de los años 90 en la entonces ensambladora Sevel. Mientras estudiaba en la FCEA Labat estuvo en el área financiera y de análisis de costos de esa fábrica de automóviles. Renunció para irse un “año sabático” de viaje a Estados Unidos, un corto tiempo, y después a Europa junto con dos amigos y, al final, se sumó una de sus hermanas. Señala que hizo para vivir lo típico de un “mochilero” de 20 y pocos años, desde trabajar en la cosecha de la manzana hasta lavar platos en un restaurante.

    De regreso a Uruguay trabajó part time en Arteaga Hill, una inmobiliaria de mediano porte a cuyo dueño lo ayudó a “ordenar algunos números”. Labat recuerda esa etapa como “un lindo aprendizaje” que duró aproximadamente un año y lo intercaló, por algunos meses, con la redacción de pequeños textos sobre indicadores económicos en la “página salmón” de El País, a donde lo había llevado como colaborador uno de sus jefes en Sevel, que tenía vínculos con el diario caganchero. “Me fui porque sentí que no tenía mucha chance. Me hubiera gustado meterme más” en ese mundo del análisis económico en la prensa, reflexiona ahora.

    Luego, su carrera profesional se torció hacia la actividad bancaria. En 1993 se postuló para un cargo en ABN Amro y entró en el área de negocios con el exterior. En la sucursal local de ese banco holandés pasó a la Auditoría Interna y después a la Contaduría.

    En 1998 le tocó integrar una task force que voló a Caracas para encaminar la situación de la filial en Venezuela. Esta “había empezado a crecer, pero tenía un montón de problemas. No presentaba los balances, era medio un caos... Tenía un gerente de administración holandés que no sabía ni quería aprender español, que se estaba por jubilar”. El Banco Central venezolano “apuró” a ABN y Labat junto con dos brasileños y un paraguayo, cada uno en su área, trabajaron casi seis meses con la “misión de ordenar y contratar a quien tomara la función” gerencial. En ese período intercaló 20 días allí con una visita de 10 a la familia en Montevideo.

    “Me ofrecieron quedarme y lo rechacé. No me atrajo. (...) Siempre tuve la teoría de que no me quería ir de Uruguay”, comenta el economista. Labat ya estaba casado, en un matrimonio que hoy lleva 32 años y tiene cuatro hijos. Desde hace más de dos décadas la familia vive en el Prado, no muy lejos de la residencia de Suárez y Reyes; hasta que se rompió el matrimonio presidencial fue vecino de Lacalle Pou.

    En 2008 ABN Amro dejó Uruguay y fue comprado por Santander. Tras la fusión, Labat mantuvo el cargo de contador general y también su oficina en el edificio vidriado de 18 de Julio y Julio Herrera; entre 2012 y 2015 fue director financiero. Una compañera de trabajo en la filial del banco español fue Marcela Bensión, actual directora de Política Económica del MEF. Con la hoy ministra Arbeleche interactuó cuando ella dirigía la Unidad de Gestión de Deuda; de su gestión en Santander él recuerda con satisfacción haber logrado que la institución financiera —por entonces “no muy especializada en mercados”— colaborara por primera vez con el gobierno en la reapertura de un bono global.

    De técnico a director

    “Siempre tuve cierta militancia” política, repasa Labat, quien en diciembre cumplirá 55 años. Su periplo en esa área lo fue acercando poco a poco al hoy presidenciable blanco. “En algún momento me vinculé más formalmente con Correntada Wilsonista”, entre otras cosas cumpliendo un papel técnico en un instituto de esa colectividad blanca. “Después, de a poquito me fui abriendo. En ese momento, durante el primer gobierno del Frente Amplio, Correntada tenía dos senadores y ocho diputados y claramente había un diputado que destacaba sobre los otros. Álvaro era el más demandante de todos y permanentemente pedía cosas. Me fui vinculando con él, haciendo cosas juntos, por ejemplo en materia de impuestos a los combustibles. De a poco me fue llevando y, cuando decide crear Aire Fresco, me voy con él”.

    En 2014 Tabaré Vázquez, acompañado en la fórmula por Raúl Sendic, venció en el balotaje a Lacalle Pou. Durante ese verano Delgado, con el aval del hoy mandatario, le ofreció a Labat ser director por los blancos en Ancap, un ente en el que años antes el economista y el líder de Aire Fresco comenzaron a advertir problemas. “El primer artículo que hice sobre Ancap para Álvaro fue en 2008. Lejos estaba de ser un experto en Ancap, pero teníamos una preocupación cada vez más permanente por el endeudamiento, que comenzaba a crecer”, asegura.

    Dudó un poco pero aceptó dejar el banco y meterse de lleno en la actividad pública. En mayo de 2015 asumió en Ancap; sus estudios de posgrado en alta dirección y gerenciamiento (en la IESE Business School de la Universidad de Navarra) le dieron más armas para ejercer la oposición dentro de la petrolera estatal.

    “Me sentí muy útil” en esos años en Ancap, afirma. Al mes y medio o dos en Ancap Lacalle Pou, que era senador, lo convocó: “‘Escribí una carilla y media de cómo está la empresa y venite’. Fui y (Lacalle Pou) salió de esa reunión e hizo la convocatoria a la comisión investigadora. (...) No digo que lo hizo por mí, pero claramente empezamos a marcar los puntos. En cada baldosa que levantabas aparecían cosas. No exagero: hubo un período en que siempre recibía a alguien que me venía con algún cuento tenebroso de Ancap. A veces eran cosas relevantes, como lo de Trafigura, o a veces era que una gerenta había cobrado un viático indebido. Era permanente. Siento que ayudé a que eso se destapara. Siempre trabajé cuidando el dinero de la gente”, señala Labat.

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    Labat, entonces director de Ancap por la oposición

    Labat, entonces director de Ancap por la oposición

    “Sentí que aporté” cuando la ingeniera Marta Jara estuvo en la presidencia del ente, dice. “Muchas de las medidas, cuando tuve que votar a favor lo hice. Controlé algunas cosas, porque el oficialismo no quería aprobarlas sin unanimidad”, como pasó con más de una decena de abogados de Ancap que estaban en juicio y pretendían que Ancap les pagara su defensa en la Justicia. “Los del Frente estaban conmigo, pero los gerentes los presionaban; yo me puse necio hasta el último día. Yo estaba dispuesto a apoyarlos si hacíamos una investigación interna y se demostraba que eran inocentes. Y no lo votaron”. Argumenta recordando un caso concreto: “A la gerenta financiera vieja se le había hecho una investigación administrativa que la había encontrado culpable, se la había suspendido seis meses por los cheques de Pluna. ¿Cuál era mi teoría? Que la mujer se comió los seis meses de suspensión por no quemar a Sendic porque ya había recibido la orden. ¿Le íbamos a pagar los abogados? ¡No!”.

    En gobiernos del Frente Amplio Sendic integró el Directorio de Ancap primero como vice y después como presidente, hasta 2013. En 2018, durante el segundo gobierno de Vázquez, ese político fue procesado sin prisión por un delito de abuso de funciones y de peculado en su gestión en la empresa estatal de combustibles y renunció a la vicepresidencia de la República.

    Pero Labat siente decepción por lo que quedó en la cabeza de la ciudadanía por ese caso. “Esa es una frustración: que al final las cosas que quedan en el imaginario colectivo sean las tarjetas (corporativas), los short de baños que se compró. Y capaz que hay cosas más complejas, delitos o no delitos”, señala. Según él, lo “más costoso” para el Estado uruguayo fueron las “inversiones sin buenos análisis previos” realizadas por Ancap durante la gestión en la que participó Sendic. “Y si voy a casos que se parecen más a delitos, claramente la publicidad”.

    De la época de aquellas sesiones de directorio “difíciles en Ancap” adoptó el ciclismo como hobby. Una o dos veces por semana va desde su casa en el Prado hasta donde termina la playa del Cerro, atravesando La Teja, un circuito de 20 kilómetros que tiene cronometrado en torno a una hora. A veces también va a nadar a la piscina de un club cercano a su barrio, aunque remarca que ahora le ha “agarrado el gusto a andar en bicicleta, cada vez más”.

    Otro banco y el equipo económico

    En el actual período de gobierno Labat volvió a la actividad bancaria, pero del otro lado del mostrador: como regulador y supervisor, aunque su objetivo principal como presidente del Banco Central fue la gestión monetaria con el propósito de bajar la inflación y reconstruir al peso como una “moneda de calidad”. El ofrecimiento de ese cargo se lo hizo directamente Lacalle Pou, antes del balotaje de noviembre de 2019; fue una conversación en la casa del entonces candidato blanco y de la entonces naciente coalición multicolor.

    Desde hacía tiempo que Arbeleche estaba proclamada como probable jefa del equipo económico de un gobierno de Lacalle Pou. Con ella y con Isaac Alfie, el primer director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP), Labat, como presidente del BCU, mantuvieron reuniones —solo pospuestas por razones de viaje de alguno u otras situaciones especiales— todos los lunes (ahora son los martes) desde las 9.15 y hasta al menos el mediodía, en el despacho de la ministra. Algún comentario sobre Peñarol que dejaba en minoría a Arbeleche distendía esos encuentros, en los que la política económica ocupaba la mayor parte de la mañana. En época de pandemia, “Lito (Alfie) llegaba y decía ‘estuve mirando tal número’ y salía con un indicador de no sé qué”, cuenta Labat, como un elogio al compromiso de trabajo del economista colorado. En los últimos tiempos también se colaron en la conversación las cuestiones electorales.

    Por fuera de esa reunión de cada inicio de semana estos tres integrantes de esa ficción institucional conocida como equipo económico se comunicaron con frecuencia a través de un grupo de WhatsApp con nombre serio y pragmático: “Coordinación”. Sigue existiendo, pero no lo utilizan más. Sin embargo, ahora como referente económico de Delgado, Labat aún mantiene conversaciones frecuentes con Arbeleche.

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    Arbeleche, Labat y Alfie

    Arbeleche, Labat y Alfie

    Sobre su gestión en el BCU, que terminó a fin de julio para integrar el equipo de Delgado, el economista señala que transcurrió sin grandes sobresaltos para la estabilidad del sistema financiero —hubo “tres o cuatro episodios pero no muy relevantes”, como el de la presunta estafa de la corredora de bolsa Sara Goldring—, aunque se quedó con “la sensación de que un poco más” se podía haber avanzado. “En (el sistema de) pagos avanzamos todo lo que debíamos. Pero necesitamos un sistema financiero un poco más ágil, aunque hicimos un montón de cosas. En el mercado de valores lo mismo; Uruguay tiene que hacer bastante más, desde el BCU, pero también el sector privado”.

    Evalúa que durante su presidencia en el Central tampoco hubo momentos de “estrés financiero. Sí capaz enfrentamos durante mucho tiempo condiciones muy adversas, sobre todo con Argentina”. Contó que el día de las elecciones que ganó el libertario Javier Milei fue “pensando a ver qué pasa, cómo abren los mercados; acá no pasó nada”.

    Labat se encarga de muchas de las compras de su hogar y disfruta de ir a la feria más que al súper, entre otras razones por los precios. Está satisfecho con que se haya logrado colocar la inflación anual dentro del rango objetivo (4,5%, con un 1,5% en menos o más) desde hace más de un año, aunque le hubiera gustado llegar antes a eso. “Hubo ciertos momentos de frustración” por cómo se comportaron las expectativas de los agentes económicos en el primer año de gobierno, reconoce. “Cuando empieza el shock (de la pandemia) en el 2020 y la inflación en el mundo empieza a ir (hacia arriba), estábamos lejos del rango (...). Decía: ‘Era el momento, pero dejó de serlo’”. Pero no se autoflagela: “Resistimos bien y al final llegamos” a la meta.

    Cree que “en forma subliminal”, haber bajado el ritmo de aumento de los precios al consumo a niveles mínimos en varias décadas para Uruguay es un factor que eventualmente el oficialismo podrá capitalizar en las urnas: “Llegás con una economía que por lo menos no le genera estrés a la enorme mayoría, y en eso la inflación tuvo algo que ver. Incluso la competitividad. Desde ese punto de vista estoy contento, aunque faltaron cosas y es un proceso que hay que consolidar”.

    Cuando renunció al BCU el presidente Lacalle Pou lo felicitó con un tuit; escribió: fue “un actor fundamental en el combate a la inflación con un % en el menor registro de hace años. ¡Gracias Diego!”.

    Labat confía en que la política de metas de inflación vigente y el instrumental monetario empleado en los últimos años perdurarán aun si el Frente Amplio vuelve a gobernar en 2025. “Creo que gane quien gane esto se va a sostener. El régimen de objetivos de inflación tiene 40 años. En la pandemia apareció algún loco por ahí en el mundo diciendo: ‘Bueno, se terminó’. La realidad es que pasó la pandemia y todos siguen usándolo. Chile y Perú están capitalizando todo ese esfuerzo”.

    Hubiese querido que en este período el BCU afianzase su autonomía. “El paso que falta es cierta mejora institucional, desfasar los directores” del ciclo electoral. Si le toca ser ministro en el próximo gobierno, piensa que “hay que intentarlo”. “Hay que encontrar el momento, porque el sistema político no ve la necesidad. Tengo algún matiz con algún colega: lo más importante fue lo que se hizo en el año 95, cuando se le fijó un tope a prestarle al Ministerio de Economía. Desde entonces el BCU nunca le prestó un peso. Esa es la principal muralla que defiende al banco”.

    La teoría y el dólar

    Al mismo tiempo que recibía el reconocimiento de la revista The Banker como “Banquero central de 2023 para las Américas”, su gestión era cuestionada desde sectores agroexportadores y por parte del sistema político —incluso por Cabildo Abierto, un socio en el gobierno—, atribuyendo responsabilidad a la política monetaria por el fenómeno coloquialmente llamado “atraso cambiario”. El economista blanco defiende lo actuado.

    Al precio del dólar “hubo momentos en que lo miraba mucho” en las primeras horas del día, cuando usualmente se marca la tendencia de la jornada. Pero después Labat empezó a prestar más atención al mercado de dinero, tras la incorporación de la tasa de interés como instrumento de la política monetaria.

    El BCU dejó de intervenir en el mercado de divisas spot el último día de agosto de 2021 y él lo resalta: “Unos días antes subimos la tasa y hubo una reacción fuerte del mercado. Esa intervención del 31 de agosto no me terminó de gustar, más allá de que operativamente fue exitosísima porque con poquísima plata —US$ 31 millones— logramos cambiar la tendencia. No me sentí cómodo. Era como entrar en contradicción y empezar a caer en lo que cayeron los gobiernos anteriores: subo la tasa y después compro dólares”. Dice que eso, con el paso del tiempo, lo llevó a “valorar cada vez más la no intervención”. Pasado más de un año y con el tipo de cambio rompiendo algunos “pisos”, desde los bancos del sistema le preguntaban al BCU: “¿Y?, ¿no van a intervenir?”. Agrega: “Me fui convenciendo cada vez más (...). Hay teoría, pero vas aprendiendo que la principal señal era la no intervención, inclusive más que la tasa, que hasta tuvo un sesgo más bajo. Si hubiera sido un banquero central ortodoxo, la hubiera puesto más arriba”. Pero no hizo eso en el entendido de que Uruguay estaba con “un régimen en construcción” y era necesario “mirar todas las variables”. “No me podía permitir hacer todo lo que se hace” para de esa forma “demostrar que no éramos 100% ortodoxos y que no importaba más nada. Sí (mostrar) que tengo un objetivo, que lo voy llevando”.