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Uno de los dirigentes importantes de la coalición republicana estuvo de visita en la chacra de Mujica de Rincón del Cerro para intercambiar puntos de vista sobre la nueva realidad política
Se había tensado el hilo invisible. Después de conocidos los resultados de la primera vuelta electoral, quedó en evidencia que ninguna de las dos mitades en disputa, ni la coalición republicana ni el Frente Amplio, podían llevar adelante en caso de ganar la presidencia una gestión fluida y eficiente sin contemplar aunque sea un poco a la otra. Por más que esa contemplación fuera pequeña, tenía que existir para no afectar la gobernabilidad ni, como consecuencia, la democracia.
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Eso no cambia con el resultado del balotaje. Por más que el candidato del Frente Amplio, Yamandú Orsi, haya sido electo presidente con una diferencia holgada frente a su competidor de la coalición republicana, Álvaro Delgado, el hilo invisible sigue en tensión ante la apertura de una nueva etapa política en Uruguay. ¿Por qué? Porque ninguno de los dos bloques cuenta con la mayoría en las dos cámaras, aunque el Frente Amplio sí la tenga en el Senado, y es la primera vez que esto ocurre en 20 años.
Hace un tiempo desarrollé en una de mis columnas de análisis en Búsquedaesa teoría del hilo invisible. Escribí sobre el diálogo oculto e imprescindible que existe entre presidente, expresidentes y principales referentes políticos de distintas orientaciones. Sobre ese acuerdo tácito que establece que hay cosas de las que no se discute y hay otras que no se tocan. Sobre ese apego generalizado a las instituciones más importantes y a sus representantes temporales.
Me referí, por ejemplo, a que ese hilo invisible funciona para cuidar al presidente de turno y que las personas con más responsabilidades dentro del sistema político lo saben. Salvo que el primer mandatario cometa algún delito muy grave o flagrante, las embestidas de la oposición en Uruguay nunca llegan hasta él, se cortan antes. También conté que quienes tienen a su cargo las porciones más grandes de poder pueden llegar casi hasta el límite en la confrontación, pero nunca lo sobrepasan. Son las reglas de juego implícitas, las responsabilidades que llegan con la adultez política que solo logran algunos.
Pues luego de lo ocurrido el 27 de octubre se registraron una serie de movimientos en las alturas políticas que tensaron ese hilo, aunque no para romperlo. Al contrario, el objetivo fue resguardarlo y fortalecerlo, como cada vez que se hace necesario. En definitiva, eso es lo diferente de Uruguay con respecto a muchos otros países de la región y del mundo.
El tema es que nada o casi nada de esto se hace público. Es lo que no se ve, como el hilo, pero es tan o más necesario que toda esa agenda política a la vista, día tras día, a través de los medios de comunicación y de las redes sociales. Solo los involucrados y unos pocos más lo conocen, lo avalan y lo alimentan, con absoluto hermetismo. Así me lo reconocieron muchos de ellos cuando escribí sobre ese hilo.
Y en las últimas semanas el hilo invisible volvió a ser protagonista, lo cual es una muy buena noticia para Uruguay. Porque lo que hay por delante es un gobierno difícil, que implicará mucho desgaste y negociación, y para que pueda mantenerse firme es absolutamente imprescindible que los caminos que unen a los dos bloques estén despejados y transitables. Todos ellos, los que se ven a simple vista y se mencionan en las declaraciones públicas y los que son subterráneos pero funcionan como piso para los otros.
Hay figuras que tuvieron un rol central dentro del cuidado de ese hilo invisible durante los últimos años y que lo siguen manteniendo. Veteranos que se desempeñaron en las principales jerarquías políticas del país por un tiempo y que continúan teniendo influencia en las nuevas generaciones de dirigentes.
Porque Orsi y Delgado todavía no son líderes indiscutidos de sus representados, aunque puedan llegar a serlo. Ambos corren con una ventaja, que es la muy buena relación que mantienen entre ellos y lo necesario que será ese vínculo de confianza para los tiempos venideros. Muchos no lo saben pero Orsi y Delgado hablan y se reúnen sin cámaras de una forma relativamente frecuente. Desde hace varios años que lo vienen haciendo, y eso ayuda porque la confianza ya está instalada y sin confianza no hay avance posible a los acuerdos necesarios para el futuro. Es más, hasta el día previo a la segunda vuelta mantuvieron un largo intercambio telefónico, en un clima muy cordial.
Pero necesitan ayuda. Y ahí es donde ya empezaron a trabajar los viejos conocedores de estos terrenos. Alberto Volonté, viejo dirigente del Partido Nacional y padrino político de Delgado, es uno de ellos. Volonté tiene una relación casi filial con Delgado y mantiene un muy buen vínculo con Orsi, y desde ese lugar está trabajando para intentar llegar a acuerdos.
Tiene un aliado directo, que es el expresidente José Mujica, también padrino político pero de Orsi. Han mantenido varias comunicaciones entre ellos de forma directa e indirecta durante las últimas semanas con el objetivo de preparar el terreno para una administración de unidad nacional. Como socios tienen a los demás expresidentes de los distintos partidos y a muchos que no llegaron a cruzarse la banda presidencial pero que, como Volonté, estuvieron muy cerca de lograrlo.
También algunos de ellos intercambiaron durante las últimas semanas llamadas y hasta se reunieron en secreto. Es más, uno de los dirigentes importantes de la coalición republicana estuvo de visita en la chacra de Mujica de Rincón del Cerro para intercambiar puntos de vista sobre la nueva realidad política y buscar que la ausencia de mayoría parlamentaria no frene el funcionamiento del país, gane quien gane.
Así es el Uruguay. Eso también es identidad nacional. Los fanáticos, que los hay en los dos lados y algunos hasta llegaron a ser electos senadores, cavan día tras día la grieta, pero después vienen los líderes políticos realmente trascendentes y se encargan de taparla. Puede haber turbulencias, pero no hay peligro de derrumbe. Porque, otra vez, lo que no se ve, eso que aparece invisible salvo para unos pocos, se terminará imponiendo.