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    Más competencia

    Para muchos que hoy peinan canas los organismos financieros multilaterales, como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial (BM), cargan con la marca —un tanto exagerada, por cierto— de haber promovido contra viento y marea políticas estabilizadoras ortodoxas en Uruguay y la región en tiempos en que la alta inflación y los desarreglos fiscales y de balanza de pagos eran moneda corriente. Afortunadamente los tiempos cambiaron, y nuestro país y varios otros del vecindario terminaron entendiendo la importancia de contar con cuentas públicas más o menos en orden, una deuda soberana controlada y sostenible, y niveles de inflación acotados que hagan más predecibles las inversiones y no castiguen a los sectores de la población más desfavorecidos. Del mismo modo, los tiempos son otros para estas instituciones multilaterales, que fueron aggiornando sus recetas.

    Pero, en Uruguay, el tiempo parece ir más lento y ciertas cosas siguen sin ser discutidas a fondo. El país dio unos cuantos pasos en materia de estabilidad macroeconómica y de la aplicación de determinadas políticas que han sido mantenidas, con matices, por partidos de distinta tendencia política a su paso por el gobierno. Es un avance reconfortante, aunque insuficiente para ponerse a tiro de las economías más avanzadas.

    En ese sentido, algunas reflexiones hechas por Alfonso García Mora, vicepresidente para Europa, América Latina y el Caribe de la Corporación Financiera Internacional (IFC, por sus siglas en inglés) en una entrevista con Búsqueda publicada la semana pasada, vuelven a señalar una agenda pendiente. Ese español sostiene, coincidiendo con la opinión de un amplio espectro de economistas uruguayos —independientes y de distinto color político—, que el país tiene el reto de crecer más que el 1% promedio alcanzado en la última década, o incluso del 2,8% estimado como potencial.

    Un problema central que marca este funcionario del grupo BM es la baja competencia, que limita el crecimiento. “Eliges un sector y encuentras un oligopolio o un monopolio público. Es un problema, porque genera que no haya mayor actividad empresarial en sectores claves. Podríamos empezar por el sector financiero: ¿es necesario un banco que tenga 45% de cuota de mercado en un mundo como el actual? Obviamente no”, señala como ejemplo, aludiendo claramente al Banco República. También habla de la electricidad o las telecomunicaciones como actividades en las que no es imprescindible, dice, que el Estado participe de forma total. Su recomendación no es un repliegue absoluto del sector público, sino parcial, y que se usen los dineros fiscales en lo que realmente se necesite, como la enseñanza o la seguridad.

    "Uruguay no va conseguir elevar su tasa de crecimiento potencial haciendo lo mismo que viene haciendo. Lo nuevo que necesita es más competencia, mejor asignación de los recursos públicos, la regulación laboral —mayor flexibilidad no necesariamente en el despido, puede ser en la contratación también— y la apertura internacional”, afirma García Mora. Ni su diagnóstico ni sus recomendaciones son del todo originales, pero parece que no queda otra que martillar y martillar. Son temas políticamente sensibles para los uruguayos, pero estos tiempos de elecciones deberían ser una oportunidad para ponerlos sobre la mesa una vez más, y buscar acuerdos sin anteojeras ideológicas ni mezquindades partidarias. Si no, el tiempo seguirá pasando lento para Uruguay, lo cual no deja de ser una gran pena. Porque el potencial existe, pero, solo con él, es poco lo que se puede avanzar.