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    Una cloaca sin fondo

    Una vez más se destapa la cloaca sin fondo; una vez más ricos y famosos son acusados de ejercer un poder sin control, de perpetrar distintas formas de abuso, de usar séquitos de aduladores para encubrir actos aberrantes; Bill Cosby, Harvey Weinstein, Jeffrey Epstein, R. Kelly, si la lista ya es larga, uno sospecha que debería serlo más

    Columnista de Búsqueda

    Si después de Harvey Weinstein y de Jeffrey Epstein nos quedaba alguna duda de que la industria del espectáculo norteamericana era una cloaca sin fondo, ahora lo confirmamos de la peor manera. Medio mundo en Hollywood está horrorizado y el otro medio mundo aterrorizado: temen al escándalo, a la condena pública y, cómo no, a ser enjuiciados y encarcelados.

    Una multitud traga saliva, mira las fotos y los videos de las fiestas que hoy inundan la prensa. Ven a Leonardo DiCaprio, la copa de champán en la mano, en la cama con Diddy; a Jennifer Lopez, a Paris Hilton, a Kim Kardashian, todas con Diddy; a Beyoncé abrazada a Diddy; ven a Ashton Kutcher colgado de una hamaca sobre una piscina, él y Diddy. Lo que tantos temen es descubrirse a sí mismos en las imágenes con Diddy, ser llamados a declarar, investigados y descubiertos por haber participado en las fiestas de Diddy.

    Sean Combs, conocido también como P. Diddy, Puff Daddy o Diddy, ha sido una figura influyente en la industria musical, un empresario exitoso y multimillonario, una personalidad pública rodeada de lujo, pero sobre todo rodeada de poder. Es cierto que este ícono del hip-hop de los años 90 revolucionó el género en Estados Unidos, pero no solo triunfó en su carrera como rapero sino que transformó la industria musical al llevar el género a nuevas audiencias y se transformó a sí mismo en un magnate influyente. Ganador de cuatro premios Grammy, promovió también a grandes estrellas como Mariah Carey, Beyoncé, Britney Spears, The Weeknd, Usher, Pharrell Williams, Christina Aguilera, Katy Perry e infinidad de nombres. Y acumuló, además de dinero y popularidad, un poder difícil de imaginar.

    Embed - Puff Diddy - I'll be missing You @ Concert For Princess Diana in Wembley 2007 (best quality)

    Sin embargo, en Hollywood su nombre se pronuncia ahora en voz baja y no por razones musicales, precisamente, sino por estar acusado de abusar sexualmente de al menos 120 personas, hombres y mujeres cuyas edades oscilan entre los nueve y los 38 años, incluyendo a 25 menores de edad. En 10 días se recibieron más de 2.000 testimonios de damnificados. El acusado, preso desde el 16 de setiembre, es objeto de una investigación federal que incluye cargos por tráfico sexual, prostitución forzada y secuestro en tres estados, pero esos son solo algunos de los cargos que enfrenta y por los que podría acabar en condena a cadena perpetua.

    El rapero y empresario es conocido desde hace décadas por las legendarias “fiestas blancas” que organizaba en sus casas y que frecuentaban personalidades del mundo de la música, el cine, la televisión, incluso del ámbito político. Pero el escándalo judicial ha dejado al descubierto una capa más profunda y turbia: las veladas Freak off parties, donde se dice que había más droga que en el laboratorio de Walter White. Parece que todos sabían que en esos eventos las cosas se iban de madre, pero solo se supo hasta qué punto con la denuncia que presentó su expareja, Cassie Ventura. Ella relata que cuando tenía 19 años él inició un patrón de control y abuso que incluía suministrarle drogas, golpearla y obligarla a tener sexo con prostitutos mientras él filmaba los encuentros. Asegura que el rapero también obligaba a sus invitados a sus fiestas a participar en actos sexuales con prostitutas o prostitutos y bajo los efectos de las drogas. Según consta en la acusación de la fiscalía federal de Manhattan, la mayoría de las veces Diddy “se masturbaba y grababa las escenas” y más tarde utilizaba las imágenes para coaccionar a las personas.

    Un video publicado en el canal de YouTube de Justin Bieber en 2010 resulta hoy especialmente inquietante a la luz de las denuncias que empiezan a aparecer. Se llama ¡Las 48 horas de Justin Bieber con Diddy! En el momento en que fueron tomadas las imágenes, el cantante canadiense tenía apenas 15 años y ya había logrado un gran éxito musical de la mano de Diddy. En las imágenes vemos a Combs regalándole un auto de lujo y prometiéndole “los mejores momentos de su vida”. También se lo escucha decir: “No podemos revelar realmente lo que estamos haciendo, pero es todo lo que sueña un chico de 15 años”. El hombre, que entonces tenía 41 años, añade: “Nos vamos a volver completamente locos”. Esta relación entre el rapero y el adolescente hoy es vista bajo una nueva luz, y las redes sociales especulan si Bieber pudo ser testigo o incluso víctima de los abusos de poder que habrían sido la moneda de cambio por su patrocinio.

    Embed - JUSTIN BIEBER's 48 HRS with DIDDY!!

    Hay que señalar que, además de los más de 100 testimonios voluntarios, la policía actuó con rapidez y eficiencia, recabó pruebas de todo calibre en sus mansiones, como las imágenes ya referidas, así como 784 consoladores y más de 1.000 frascos de aceite lubricante. Es posible, aunque no forma parte del caso judicial por el momento, que el empresario haya participado en los asesinatos de dos de sus competidores, oportunamente muertos: 2Pac y Biggie Smalls. En todo caso, el próximo mes de mayo será el juicio, que podría adquirir una dimensión completamente nueva porque “personas influyentes quedarán expuestas y secretos horribles serán revelados”, según dijo el abogado de las víctimas, Tony Buzbee, en una conferencia de prensa realizada a principios de octubre.

    Una vez más se destapa la cloaca sin fondo. Una vez más, ricos y famosos son acusados de ejercer un poder sin control, de perpetrar distintas formas de abuso, de usar séquitos de aduladores para encubrir actos aberrantes. Bill Cosby, Harvey Weinstein, Jeffrey Epstein, R. Kelly, si la lista ya es larga, uno sospecha que debería serlo más. Como ellos, Combs forjó una cultura del silencio y de la obediencia basada en un ejercicio salvaje de la autoridad mientras su popularidad se mantenía intacta. Su caso será muy importante porque, más allá del desenfreno, el sexo y las drogas, más allá incluso de las escalofriantes perversiones que habrían sucedido en sus juergas, revela la existencia de una urdimbre de influencias invisible pero sólida, desnuda la terrible naturaleza de los abusos y de la impunidad. Será condenado, de eso no hay duda, y la caída de Diddy será todo un símbolo que los buenos aplaudiremos. Pero no nos olvidemos de que en este caso, como en tantos, como en casi todos, la verdadera trama del poder seguirá intacta y actuando desde las sombras.