Entre los motivos que la llevan a formar parte del prestigioso listado, Forbes señala que “bajo su liderazgo, el equipo de ProMujer creció a 1.500 personas, su alcance geográfico se expandió a Guatemala, el sureste de México y mujeres migrantes latinas que viven en Estados Unidos, y logró asegurar una subvención de un millón de dólares de la Fundación Visa”.
En el año 2023 —¿será el 23 su número de la suerte?— fue reconocida por Google, que la ubicó entre los siete Leaders to Watch (líderes a seguir), un programa que destaca a los innovadores sociales que abordan los desafíos más urgentes de la actualidad. “Estos líderes causan sensación en sus respectivos campos y trabajan por un futuro mejor para todos”, señala Google.
Más allá de estos grandes reconocimientos, Correa siente que está exactamente donde quiere y debe estar; sobre todo, desde 2017, cuando entró a ProMujer como directora de Alianzas, tras una larga trayectoria que hasta ese momento no había estado directamente relacionada con la búsqueda de la equidad de género. Empezó en la Organización de Estados Americanos (OEA), mientras estudiaba Comercio Exterior. Luego, trabajó siete años en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en Washington, donde terminó la carrera y a donde la siguió su novio —ahora esposo— desde los 15, el mismo que durante la entrevista pide permiso para despedirla con un beso antes de salir, y con quien tuvo tres hijos. “Llevamos más de 30 años”, cuenta con el mismo orgullo con el que también se jacta de haber pintado juntos la pared de su casa mediante una técnica transmitida por su tía. Rodeada de mujeres líderes desde su primer trabajo, no fue verdaderamente consciente de la inequidad hasta que al volver a Uruguay trajo Endeavor —organización de apoyo a emprendedores—, junto con los empresarios Francisco Ravecca y Alberto Brause. “Faltaban mujeres emprendedoras, y mirá que hacíamos un esfuerzo grande por identificarlas. Ahí empecé a preguntarme: ¿qué está pasando?”. Hoy no solo se respalda en datos y más datos para responder a este tipo de preguntas, sino que dedica cada uno de sus días a allanar el camino para alcanzar la igualdad de género.
Es parte del 15% de mujeres CEO en América Latina. ¿A qué lo atribuye?
A haber tenido muy buenas mentoras. Desde mi primer trabajo siempre tuve jefas mujeres. Empecé hace más de 30 años, en un momento en el que se veían menos mujeres en posiciones de liderazgo. Y creo que eso me marcó mucho, me ayudó a poder visualizarme. Mi primera jefa en la OEA fue una mujer, mi primera jefa en el BID fue una mujer. Me marcó bastante a una edad muy temprana. No visualicé la barrera de género.
Estaba en Davos cuando Javier Milei dio su polémico discurso. ¿Cómo impacta la irrupción de gobiernos conservadores en el trabajo de ProMujer? ¿Tuvieron que cambiar estrategias?
Estaba en primera fila. Estamos en un momento de cierto retroceso, eso es una realidad. ProMujer tiene una clara misión, que es empoderar mujeres en América Latina y no la vamos a cambiar. Siempre apoyamos a las mujeres y vamos a continuar. Sin duda que todo lo que está pasando ahora nos impacta. Se están cuestionando mucho los temas de diversidad, equidad e igualdad. Es cuando más tenemos que trabajar en forma conjunta entre distintas organizaciones que también trabajan en temas de igualdad. Con eso en la mira, el mes pasado firmamos un acuerdo con ONU Mujeres para poder trabajar en forma conjunta en América Latina. Lo otro es respaldarnos mucho en los datos. Poder mostrar que todavía seguimos teniendo grandes diferencias, grandes desigualdades, que hay que seguir trabajando en diferentes temas, desde la economía del cuidado hasta empoderar mujeres, darles acceso a financiamiento, capacitarlas para que puedan acceder a mejores oportunidades en el mercado laboral. Tenemos que respaldarnos más que nunca en los datos y mostrar el impacto que estamos generando. Y poder compartir, tener una voz, mostrar la realidad. Sin confrontarnos.
Trabajan con un enfoque negociador, un camino distinto al del feminismo radical, aunque los objetivos sean los mismos. ¿Cómo conciliar estos ideales y unir fuerzas cuando a veces parece haber una división incluso dentro del feminismo?
Nosotros siempre evitamos la confrontación. Lo que buscamos es trabajar con las mujeres de la región, y sobre todo las de mayor desventaja. Las que no acceden a educación, financiamiento y sistemas de salud por más que sean públicos. Buscamos aliados estratégicos y trabajamos mucho en alianza con quienes se alinean con nuestros principios. Así como está todo este retroceso en temas de diversidad y equidad, hay un sinfín de empresas, corporaciones y organizaciones que están diciendo: voy a seguir firme trabajando estos temas. Bueno, trabajemos con ellos. Las cosas van y vienen siempre.
Tenemos que trabajar más con quienes reafirman su compromiso y buscar generar un trabajo conjunto, más coordinado. Hay quienes se sumarán. Hay muchas organizaciones que nos han llamado: “Carmen, nos interesa seguir trabajando con ustedes”, y que proactivamente han hecho hasta declaraciones públicas, han dicho: “Nosotros seguimos comprometidos con temas de igualdad”.
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Adrián Echeverriaga
¿Cuándo empezó a ser consciente de la inequidad de género?
Hace varios años, incluso antes de llegar a ProMujer. Con ProMujer pensé: esto es lo que realmente me llama y donde hay todavía mucho por hacer. Con Pancho Ravecca y Alberto Brause empezamos Endeavor en Uruguay cuando no se hablaba de emprendedurismo. Teníamos que explicar lo que era un emprendedor. Hoy el término es popular, hay un ecosistema de apoyo muy fuerte en Uruguay.
En Endeavor, donde tuve la oportunidad de conocer emprendedores increíbles, faltaban mujeres emprendedoras. Y mirá que hacíamos un esfuerzo grande por identificarlas, por atraerlas. Al día de hoy Endeavor sigue haciendo un esfuerzo grande por atraer emprendedoras. Ahí empecé a preguntarme: ¿qué está pasando? Porque mujeres hay. Y a veces te encontrabas con que la cara visible era un hombre, pero la que estaba atrás trabajando tanto o más que él era la mujer. Te sigue pasando al día de hoy. Los grandes desafíos siguen siendo que las mujeres accedan a puestos de liderazgo, al mercado laboral. El 50% de las mujeres accede al mercado laboral, y las que no, no es por elección propia. Hay quienes pueden decidir no querer entrar. Pero no es que no quieran. El 80% de las emprendedoras mujeres lo hacen por no poder tener acceso al mercado laboral. Cuando ves que faltan 134 años para llegar a la igualdad de género, decís: acá tenemos que apuntar.
La falta de emprendedoras es solo uno de los desafíos. ¿Cuáles son las mayores barreras que encuentra?
Hay barreras estructurales que vienen desde hace muchos años. Una de las principales razones de por qué no hay más mujeres emprendiendo es el acceso a financiamiento. Al día de hoy, más del 70% de los emprendimientos liderados por mujeres no acceden al financiamiento que requieren. Si no accedés a financiamiento va a ser muy difícil emprender. Eso se da porque cuando vas a pedir un préstamo hay sesgos a la hora de aprobarlos. Las mujeres tienen 15% menos probabilidad que un hombre de que les aprueben un préstamo, con las mismas características. En ese sesgo, se piensa que prestarle a una mujer puede ser más riesgoso, cuando en realidad es mejor pagadora. A su vez, una mujer no está tan dispuesta a tomar riesgos como un hombre. Pasa cuando uno aplica a un puesto de trabajo. El hombre, aunque no cumpla todas las características que el puesto solicita, aplica igual. La mujer no cumple con una, y no aplica. Ahí ves las diferencias. Después están los sesgos de: ‘¿Y si queda embarazada?’. ¿Y qué? No te va a dejar de trabajar, vas a tener que darle la licencia maternal que te corresponde, y tenés que tener la capacidad de poder funcionar por unos meses con otro soporte. Pero es siempre ver la parte más riesgosa o la que puede impactar sin ver el valor. Sin ver que si como empresa estoy ofreciendo licencias maternales extendidas, voy a ser más atractivo para las mujeres, voy a tener un equipo más diverso, y eso va a representar tener mejores resultados como empresa, un resultado que va a atraer a los inversores. Es toda una cadena, pero hay que mostrarlo.
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Adrián Echeverriaga
ProMujer impacta de distintas formas en más de dos millones y medio de mujeres. ¿Tiene contacto directo con las beneficiarias?
Sí, y es lo que más me gusta, lo que más disfruto. Me encanta ponerme la camiseta y salir a conocer sus historias. Muchas veces, cuando me ven, me dicen: “Ya que usted está acá, me quiero quejar de…”. No sabés cuánto disfruto esos momentos. Detrás de cada una hay una historia de resiliencia increíble. Para mí, son verdaderas guerreras. El 95% de las mujeres con las que trabajamos emprende por necesidad. No logran acceder al mercado laboral y, entonces, tienen que ponerse a coser, a hacer arepas para vender en la esquina o buscar cualquier otra forma de crear ingresos. Muchas veces, deben reinventarse una y otra vez. Pero tienen esa capacidad, o encuentran una oportunidad y la aprovechan. Son emprendedoras en el sentido más genuino: lo hacen porque necesitan sacar adelante a su familia y generar ingresos para su hogar. Y cuando ellas logran desarrollar su negocio, llevarlo a otro nivel, el cambio impacta a toda la familia. Si una mujer solo tiene una idea, en ProMujer la ayudamos a convertirla en un emprendimiento. Y si ya tiene un negocio en marcha, la apoyamos para hacerlo crecer. Les damos acompañamiento en todo lo necesario para llevar su negocio a otro nivel. Son microemprendimientos, pero con el tiempo van creciendo. Muchas veces nacen en la informalidad, pero van formalizándose. El apoyo es técnico, pero también es personal y emocional. Es superlindo.
En ese contacto con ellas, ¿qué situaciones la conmueven más?
Cada historia es única y tenemos cientos de miles. Son historias muchas veces de superación. Tienen cinco hijos, están a cargo de los cinco y no tienen ni siquiera un techo. Aún así, logran desarrollar su emprendimiento, y logran después tener su propia casa, que sus hijos estudien. Ahí es cuando realmente te moviliza.
Una vez, visitando a una de nuestras beneficiarias, nos sentamos en su living en sillas de plástico, y nos dijo: “Estas sillas me las pude comprar gracias al apoyo que me han dado”. Son cosas básicas, pero que hacen una diferencia enorme en la calidad de vida de las mujeres. Muchas también nos cuentan que ni su marido ni sus padres querían que desarrollaran el negocio. De a poco empezaron y hoy tienen un negocio que permite vivir y le da trabajo a toda la familia, inclusive al marido que la cuestionaba. También acompañamos a mujeres que nunca habían tenido acceso a, por ejemplo, una mamografía. En algunos casos, detectamos que hay un cáncer y las acompañamos para que puedan transitar el sistema de salud, que en muchos de los países de América Latina es bastante complejo de navegar.
Somos buenas generando buenos retornos con menos recursos. Hay estudios, no es que lo diga yo ni ProMujer. Somos buenas generando buenos retornos con menos recursos. Hay estudios, no es que lo diga yo ni ProMujer.
Uno de sus pilares es el acceso y la prevención en salud de las mujeres. ¿Son distintos sus desafíos a los que tiene el hombre?
El sistema médico muchas veces está muy preparado para atender al hombre y no a la mujer. Los medicamentos muchas veces están testeados en el hombre y no en la mujer. Muchas veces ni los médicos están preparados para la atención a una mujer. Y las mujeres nos comportamos de una manera diferente. Si nos da un paro cardíaco, los síntomas son diferentes. Y muchas veces cuando una mujer va a una consulta médica, le dicen que es psicológico o emocional, y en realidad quizás son síntomas que no se están leyendo correctamente. Ese es uno de los primeros desafíos. Otros son los temas de violencia. Trabajamos mucho en la capacitación al cuerpo médico en el trato hacia las mujeres. Desde violencia obstétrica, violencia al momento de tener consulta. Y, sobre todo, los desafíos que enfrentan las mujeres de bajos recursos en poder llegar a la consulta médica.
Son realidades que no se visualizan tanto en Uruguay, pero en otros países quizás para acceder a una clínica tenés que viajar dos horas o más; el costo de ese viaje es muy alto para la persona, implica que tenga que dedicar casi que el día. Dos horas de ida, las esperas, tener que volver. Tener que ir a sacar hora para después retornar. Es muy costoso y para ellas implica a veces no traer un plato de alimento a la casa. Por lo general, la mujer se guarda ese día para ir cuando tiene una necesidad con sus hijos u otros miembros de la familia, y siempre ella se relega. Nosotros hacemos mucho hincapié en la importancia de la prevención, poder conocer su estado de salud porque eso hace que después no tengas que incurrir en gastos más altos. Si tenés un estado avanzado de alguna enfermedad, es mucho más costoso y largo el tratamiento. Hay poca educación en temas de salud.
Si nosotros resolvemos este problema en una etapa A y no B, el sistema público va a tener un ahorro muy importante, y se ve también beneficiado. Pero se hace poco en la parte de prevención.
En las mujeres se invierte 50% menos, pero generan 20% más de ingreso. ¿Cómo se explica esto?
El capital que les llega es menor, y por lo general, cuando se invierte en una mujer, invierten menos de lo que inviertirían en una empresa liderada por un hombre. Y el tema de los resultados básicamente es porque tenemos la habilidad de que teniendo menos inversión, hacemos un uso más eficiente de esos recursos, porque sabemos que los recursos a los que podemos acceder son limitados. ¡Y somos buenas! Somos buenas generando buenos retornos con menos recursos. Hay estudios, no es que lo diga yo ni ProMujer.
¿Cómo está posicionado Uruguay en América Latina?
Uruguay está en la media de la tabla. Hay un índice de equidad de género que tiene 155 países y Uruguay está en el 77. Pero en términos generales, si uno compara con la región, está relativamente bien. Faltan más mujeres en política. Falta mucho para resolver en el tema de los cuidados. Cuidados del hogar, niños, adultos mayores. Tenemos en Uruguay toda una regulación del tema de cuidados, pero todavía falta mirar mucho más a la primera infancia para realmente darle a la mujer lo que requiere para poder tener ella la capacidad de, en lugar de estar dedicando el tiempo a cuidados, tener ese tiempo para poder entrar al mercado laboral o emprender. Ahí hay por hacer. Y tenemos que mostrar más a las mujeres en posiciones de liderazgo para que otros también se animen a darles esas oportunidades de ascender.
Muchas veces no les damos visibilidad a las mujeres. Si ves más mujeres presidentas, vas a ver que se puede acceder a una presidencia. Muchas veces no les damos visibilidad a las mujeres. Si ves más mujeres presidentas, vas a ver que se puede acceder a una presidencia.
A veces es la misma mujer la que no se siente tan cómoda en posiciones de liderazgo. ¿Le pasó alguna vez?
Lo ves un montón, eso de cuestionarse: ¿estaré preparada? ¿Estaré pronta? Yo soy bastante atrevida. No lo he sufrido en carne propia. Pero las mujeres se cuestionan si tienen esas capacidades y ahí hay que trabajar en empoderarlas. Que sientan que tienen las mismas capacidades que cualquier otro. Mucho de poder cumplir con lo que te propongas tiene que ver con sentirte segura. Muchas veces atribuimos nuestros logros a la suerte, cuando en realidad hay todo un trabajo detrás: años de experiencia, años de estudio, años de capacitación, un trabajo y esfuerzo sistemático. Sin duda, a veces es estar en el momento adecuado en el lugar indicado, pero también esa suerte la podés aprovechar si tenés lo que se requiere.
Es necesario que haya más mujeres en puestos de liderazgo y en lugares de decisión. Por otro lado, hay casos como el de la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, quien niega la lucha feminista. ¿Cuál puede ser su impacto teniendo en cuenta el mensaje que transmite?
El triunfo de una mujer es sin duda un logro para todas. Que haya una mujer más en política, integrándose en el Parlamento o como presidenta o CEO de una compañía les está abriendo la puerta a otras mujeres y así lo tenemos que ver. Por eso hago hincapié en mostrar esos casos, darles más visibilidad. Muchas veces no les damos visibilidad a las mujeres. Si ves más mujeres presidentas, vas a ver que se puede acceder a una presidencia.
¿Se puede copiar caminos seguidos por Noruega, Finlandia, que están en los primeros puestos?
No tenemos que reinventar la rueda, y tratemos de no reinventarla. Se busca replicar; muchas veces tenés que ajustar cosas a la realidad del país. Eso nos pasa a nosotros. Desarrollamos nuevos programas de apoyo a las mujeres y a veces no los desarrollamos de cero. Identificamos un programa muy bueno y tratamos de replicarlo, de llevarlo a otras latitudes ajustándolo a la realidad en la que estamos. Tenemos que pensar qué cosas están funcionando en otros países que nosotros podemos tomar y aplicar a nivel local.
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Adrián Echeverriaga
¿Qué se podría imitar?
Primero, el tema cuidados. Es una de las principales barreras. Tenemos que lograr que hombres y mujeres tengan la misma carga en lo que hace a los sistemas de cuidados. Que las mujeres también tengan el acceso al financiamiento y mercado laboral es clave. Las mujeres al día de hoy seguimos teniendo un sueldo inferior, 20% menos en mismas posiciones, mismos puestos de trabajo. Hay que resolver esos temas; que no haya esas desigualdades. Al tener un 20% menos de salario ya estás en desventaja. Y por lo general la mujer dedica tres veces más de tiempo que un hombre a temas de cuidados. Es tiempo que dejás de estudiar, de emprender, no lo dedicás al trabajo, no tenés tiempo ni para descansar correctamente.
Muchos hombres no perciben la inequidad. ¿Cómo lograr entonces que se involucren y sean parte de la solución?
Nosotros tenemos programas para trabajar con los hombres, trabajar el tema de masculinidades e invitarlos a ser parte de los espacios. Algo que tenemos que cambiar es que cuando uno habla de género, de inversión con enfoque de género, ves salas llenas de mujeres y pocos hombres. Tenemos que invitarlos más. Tienen que ser parte de la mesa de conversación, de esos espacios, y tenés que trabajar directamente con ellos, mostrando. Tenemos programas de violencia de género apoyando mujeres que son víctimas de violencia, y cuando empezamos a dar talleres, a veces se acerca algún hombre. Por ejemplo, nos ha pasado que nos digan: “Yo no sabía que eso era violencia”. Y empiezan a entender que ciertas situaciones son violencia. Quizás culturalmente y en la sociedad ese trato hacia la mujer son formas comunes para ellos, y se dan cuenta de que no es la forma.
Habla de incluirlos más a la conversación. En el mundo, sin embargo, se ve una brecha cada vez mayor entre hombres conservadores y mujeres progresistas. Es como si hubiese un desencuentro.
Es un desafío, pero veo que las nuevas generaciones lo tienen más internalizado. Para los chicos de 20-22 años es algo más común ver chicas en Facultad de Ingeniería. Todavía nos falta, pero en el tema de las tareas ves que los varones están haciendo tanto como cualquier niña. Veo que son más conscientes de tener ese trato igualitario.
Varones que fueron criados de forma distinta.
Una crianza que en otros tiempos no existía. Años atrás escuchabas: hay que levantar los platos, y las que lo hacían eran las mujeres. Acá levanta todo el mundo los platos, mi marido lava los platos, mi hijo levanta y lava los platos, no es unos más que otros. Es tener un trato igual para todos. Todos tienen los mismos derechos, todos tienen que hacer las mismas cosas. Siempre digo que mucho empieza por casa. Es gran parte del tema.