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Eunice Castro: “Tengo una gran cicatriz en el rostro y otra en el alma”

La modelo cuenta las experiencias que derivaron en la autolesión en su nariz, por la cual es paciente del servicio de prótesis bucomaxilofaciales de la Facultad de Odontología

Redactora de Galería

Familia aparte, el amor más genuino que sintió en su vida es por su carrera. Eunice Castro hace más de 25 años que es presentadora de eventos y figura de la televisión. Estaba (todavía sigue) enamorada de todo eso, solo que ahora aprendió que también puede amarse a sí misma con un amor tan gigante.

Eunice marca su retiro temporal en 2015 —cuando estando en Argentina por trabajo la azotó un dolor de espalda insoportable que la regresó a Uruguay­— y su retorno en 2018. Sin embargo, todavía siente que está volviendo todos los días. No habla solamente de una vuelta a los escenarios; sus expresiones esconden un retorno hacia sí misma después de un prolongado silencio.

Un exilio impuesto por una lesión en la columna y otra en la nariz, esta última, hecha con sus propias manos, que la alejó de los escenarios y la llevó a enfrentarse a una profunda crisis emocional y profesional.

Viviendo en Uruguay, se operó primero la columna y después la nariz en Argentina. Su preocupación era que ambas lesiones le impidieran trabajar.

Este equipo profesional multidisciplinario es el encargado de fabricar, colocar y mantener la prótesis de nariz que en su momento desató especulación y polémica. Lo que se decía —que perdió el tabique nasal por el excesivo consumo de sustancias— no era cierto (a ella solo le falta la columela, la porción que divide las dos fosas nasales) ni representaba el 1% de la ola que pasó por encima de Eunice­ y nunca se animó a surfear hasta esta entrevista.

Nunca había dado demasiados detalles de la intervención ni sus motivos. No quería hablar, solamente volver a trabajar. Al menos, no quería darle el espacio a nada que pudiera condenarla sobre esos años en su vida y ese episodio de autolesión, que considera fue su mayor aprendizaje.

La modelo entendió que la vida es frágil, que el ser humano lo es. Que no tiene que guardarse las cosas. Entendió que el millón de amigos de Roberto Carlos no existe y que hoy prefiere la tranquilidad de su hogar viendo series con su padre. Entendió que está bien no poder sola, que nada ni nadie es perfecto y que la oscuridad se desvanece con la luz.

Y para que otros en su misma situación también puedan entenderlo, ahora Eunice quiere hablar.

Venías haciendo radio, mucho teatro, presentaciones de eventos, y de repente dejaste todo y reapareciste en 2018. ¿Qué pasó en 2015?

Tenía que parar. Estuve unos años, pocos pero eternos, algo así como retirada. Pero fue la gloria de encontrarme, de reencontrarme y poder volver, con otra fortaleza, otra sabiduría.

¿Te habías perdido?

Fue un momento muy personal. Obviamente no fue específicamente por el problema de la operación de mi nariz, fue mucho más complejo. Una revolución. Yo misma me desconocí en ese momento. Una acumulación de cosas me hizo descubrir qué era lo que estaba pasándome. El cuerpo te habla. El primer aviso que me dio el mío fueron los problemas de columna en Argentina, que me internan de urgencia pasándome calmantes fuertísimos. Me vuelvo para Uruguay con cuatro hernias de disco y un desplazamiento del sacro. Todo empezó ahí.

¿Qué quería decir tu cuerpo?

Que no podía con todo. Vivís siempre al límite con este trabajo, porque no es fijo, pero sentía que (el cuerpo) me alertaba de que algo más pasaba conmigo además de los altibajos de la vida. Había tenido una separación… Pero algo no estaba funcionando. A nivel físico era notorio, pero también a nivel emocional. Me vi vulnerable, era la primera vez que sentía que yo no podía, cuando siempre podía con todo y todo lo quería hacer perfecto, en el trabajo y en mi vida personal. Hasta que me encontré completamente frenada, postrada en una cama, reposo durante meses, y vuelvo a Uruguay y me ofrecen hacer tele todos los días. Estaba en Canal 12 en ese momento. Lo agarré, agarré radio también, teatro tres veces por semana… Me llené de cosas, quería mostrarme que sí podía, hasta que mi cuerpo volvió a explotar. Pero por mi trabajo yo no podía estar en la cama, me tenía que levantar. Y de alguna forma empecé a tomar cosas para poder hacerlo, para bañarme, porque no me podía ni calzar.

¿Te estás refiriendo a tomar medicación o alguna otra cosa?

Medicación. Después empezó a aparecer otra adicción también, que no estaba muy clara entre tanto calmante y corticoide, pero estaba presente. Tenía que soportar el dolor, que era físico pero también del alma, y contrarrestar los efectos sedantes. Hice una mezcla tan grande de cosas, de todo un poco para poder pararme hasta que me di cuenta de que no podía más. Eso fue lo que más me afectó: ver que no podía. Era mi vida, mi carrera.

¿Entraste en depresión?

No lo defino como una depresión, pero sí me ví totalmente débil, vulnerable, y dejé todo de golpe. Me encontré sola en mi casa, encerrada. Mi familia siempre estuvo, son mi sostén de toda la vida, pero hablo de otro tipo de soledad, yo no quería a nadie cerca. Cuando uno se siente afectado y sin la fuerza de lo que uno es como profesional, empieza a flaquear. Y aparece el miedo.

Me vi vulnerable, era la primera vez que sentía que yo no podía, cuando siempre podía con todo y todo lo quería hacer perfecto, en el trabajo y en mi vida personal Me vi vulnerable, era la primera vez que sentía que yo no podía, cuando siempre podía con todo y todo lo quería hacer perfecto, en el trabajo y en mi vida personal

¿No habías sentido miedo antes?

Yo vivía con las emociones totalmente frenadas. Soy muy emocional y sensible para con los demás, pero conmigo siempre fui muy autoexigente y no me permitía llorar. No me permitía estar mal. Si me pasaba algo malo, yo le pasaba por arriba; ayudaba a todo el mundo pero no me ayudaba a mí. Me habían pasado muchas cosas y en algún lado se guardaban. Creo que nunca había hecho el duelo de muchas cosas y había algo muy fuerte que estaba en mí sin salir.

¿Y lo pudiste sacar?

Yo pienso que en ese momento, al que a veces llamamos de oscuridad, cuando te encontrás contigo misma, intentando inconscientemente buscar qué es lo que te pasa, sí. Ahí descubrí que era algo de mi niñez que venía guardando hace tiempo, no sé si por vergüenza, por no incomodar a los demás, por si le cuentan a alguien, por si les hago daño a las personas… Seguramente en el inconsciente pensaba que lo tenía superado, o hasta que no había pasado.

¿Qué fue?

Sufrí un abuso sexual con seis años, fue un abuso sexual infantil por parte de alguien externo a la familia, un allegado. Lo había intentado contar en la adolescencia pero no había obtenido un apoyo o respuesta, eran otros tiempos también, me sentía invalidada con el hecho y terminé ocultándolo de nuevo. Me dio vergüenza y lo guardé para mí. Lo razoné mucho, lo pensé muchísimo durante esos años, y es increíble cómo ahora se habla tanto más de este tema. Fue muy de golpe el cambio de mentalidad que hubo, tan acelerado que da miedo. A mí me da un poco de resquemor hablar de esto. Todo el mundo habla, dice cosas, cuenta cosas, que a veces son verdad y otras no. Yo quiero creer que siempre son verdad, pero se volvió muy delicado el tema. Frágil. Todavía la sociedad no tiene todas las herramientas para poder afrontarlo.

¿Y qué hiciste al respecto?

Lo estoy diciendo, siento que hablar de lo que nos pasa nos hace un poco más libres. Ponerlo en palabras y ordenar mis sentimientos me sirvió para encontrarme y eso me hace quien soy. Me di cuenta de que haber sufrido abuso sexual en la niñez no me determina como persona. También me he querido acercar a la parte social del asunto, siento que en algún momento ese va a ser mi camino, capaz que puedo guiar como por ese lado también. No sé. Yo me siento una mujer muy valiente para muchas cosas, pero también tengo mis miedos y mis cuidados. Amo mucho a mi familia, y así como ellos me protegen, yo también los protejo.

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Entonces, tu cuerpo te dio el puntapié para­ que hablaras.

Sí, aunque al principio no supe cómo decirlo. Y lo dije en mi momento más revolucionario de la forma más explosiva. No fue la mejor manera de decirlo, pero nadie tiene la receta, me salió como me salió. Estaba sola en casa, autolesionándome, y quería saber por qué.

¿Cómo autolesionándote?

Sí, ante esa invalidación frente a mi verdad la autolesión apareció para disminuir el estrés, el trauma, el dolor. La motivó el no tolerar lo que sentía, y la facilitó que la medicación con el corticoide y toda esa mezcla que hice ablandó el tejido. Lo de autolesionarse viene desde la niñez en pequeños episodios, yo me lastimaba el labio, un dedo, así como hay gente que se corta o se arranca pelos. Son pequeñas agresiones que los seres humanos nos hacemos buscando no sé qué, y puede ir en aumento. Yo por momentos lo dominaba y por otros afloraba, hasta que llegué al límite y me lastimé la nariz con mis propias manos.

¿No te lastimaste por el consumo de cocaína entonces?

No. Me lastimé yo con los dedos, me hice un corte en el cartílago de la nariz y de ahí pasó a mayores. En ese momento mamá estaba internada en el CTI, dos meses estuvo, y mi nariz empeorando. Era una descarga, me lastimaba para no sentir otro dolor. Ella fallece y recién ahí empiezo a averiguar dónde operarme. No encontraba cirujanos que se animaran, porque yo trabajaba con mi imagen, era jugado.

¿Y qué pensaste cuando te diste cuenta de que estabas en tu límite y te habías hecho todo eso en la cara? Me imagino que pensar en qué pasaría con tu trabajo te enloqueció.

¡Lógico! Era todo junto. Pero además yo siempre me consideré una persona supercoherente, racional. No entendía cómo llegué a desconocerme tanto, lo mismo con la adicción. Para mí fue todo tan explosivo, de golpe, y así es como puede terminar siendo mucho más grave. Esos dos o tres años fueron un infierno. Me di cuenta de qué tan peleada estaba con el mundo, pero me di la posibilidad de enojarme cuando para mí siempre estaba todo bien. Me estaba rebelando contra muchas cosas.

Tenía que soportar el dolor, que era físico pero también del alma, y contrarrestar los efectos sedantes Tenía que soportar el dolor, que era físico pero también del alma, y contrarrestar los efectos sedantes

¿Cómo reaccionó tu entorno a esta nueva versión que se estaba despertando cuando tocaste fondo?

Muchas de las personas que estaban alrededor mío cuando me empezaron a ver diferente, que no era la misma, prolija, metódica, cuando vieron que me rompí, que me podía romper, no les gustó lo que vieron. Me rechazaban. Y eso me enojaba más. Yo quería explicarme a mí y al mundo que lo que me estaba pasando estaba bien.

¿Y cómo se veía la parte más profunda de ese pozo?

Me encontré llorando a mares y a gritos. A gritos de verdad, en mi casa, sola. Además, me dolía. Era la desesperación del momento, de descubrir que sí, había cosas malas en el mundo. Suena medio naif pero te juro que fue así. No estaba todo bien, el mundo no estaba bien y parecía que yo lo acababa de descubrir.

¿Cuándo saliste?

Cuando tocás fondo te das cuenta de que solo vos podés salir de ahí. Más allá de que podía recibir ayuda de mis amigos, de mi familia, que siempre iban a estar, y que yo podía, y que estaba bien pedir ayuda, también comprendí que todo estaba en mis manos. Salí porque pude ver que ser vulnerable me da poder, me potencia. Mostrarme con miedo y vulnerable frente a otros. Estuve en esa especie de hoteles de vida sana e hice terapia, que nunca había hecho. Fue buenísimo, a los tres días de ir encontré toda mi vida de golpe. La clave fue cuando la terapeuta me dijo: “Vos no te querés”. Fue durísimo escuchar esas palabras cuando una está convencida de que se ama. Me costó salir, pero no tanto para lo oscuro del momento.

Me di cuenta de que haber sufrido abuso sexual en la niñez no me determina como persona Me di cuenta de que haber sufrido abuso sexual en la niñez no me determina como persona

Nunca hablaste de esto y dejaste muchísimo lugar para la especulación. La gente lo vinculaba todo a tu carrera, a la noche y a las drogas...

Ahora me río, pero igual me enoja. Me reenoja porque todo siempre lo hice con el mayor profesionalismo, pero tengo la típica profesión vulnerada, en el sentido de que la marcan, hay un estereotipo. Y yo siempre defiendo mi profesión a muerte, porque trabajé 30 años de modelo y lo que menos hubo en mi carrera fue oscuridad, sexo, drogas y rock&roll, aunque pueda existir. No digo que no, pero puede existir en cualquier carrera. No es la profesión, es el mundo. Y ojalá los seres humanos se den cuenta de eso y dejen de estereotipar las cosas solo para poder usarlas a su beneficio.

¿Por qué no quisiste hablar hasta ahora?

Son momentos, como todas las cosas en mi vida, es hasta que hago el clic. Cuando me pasó todo, lo único en lo que estaba interesada era en volver a estar de pie, literal y metafóricamente. Estaba tan concentrada en eso que lo que hablaran los demás me resbalaba. Tampoco soy la superwoman que nada me afecta, pero me priorizaba yo. Después, sobre todo por trabajo, había que aclarar algunas cosas. Intenté contarlo, pero en realidad lo que yo quiero demostrar es que ese (el tema en torno a la nariz) no era mi problema, mi problema era otro que yo no había superado y traía todo lo demás. No sé si me importa que se sepa qué me pasó, pero sí demostrar que cuando algo fuerte nos pasa y no lo sanamos o no lo decimos, nos puede afectar el resto de nuestra vida, porque yo tengo una gran cicatriz en el rostro y otra en el alma.

Ser mujer complejiza la situación.

Sí, todavía no evolucionamos en eso. Fui muy señalada. Es difícil la situación de la mujer porque una cosa como esta puede afectar tu trabajo, tu lugar en la sociedad, no así le pasa al hombre. La mujer es más juzgada en todo sentido; por consumir, en salud mental, en la parte sexual. Está visto de determinada manera, pero estamos en un momento clave. Generando una transformación que está provocando un cambio también en los hombres. Debe ser un momento difícil para ellos, poder entender todo para cambiar de golpe. Me han convocado a dar charlas en encuentros de mujeres, me encanta ese momento de escucha e intercambio.

A todo esto, los cirujanos no se animaron a operarte y una intervención salió mal en Buenos Aires. ¿Cuándo descubriste el trabajo del servicio de la Facultad de Odontología?

Esa primera operación en Argentina falló a los meses porque el cartílago se volvió a retraer, fue todo con mi propia piel. Ahí me puse a buscar otras soluciones, era un tema estético, para poder volver a trabajar. Yo buscaba y me presentaba a trabajar de secretaria, lo que fuera, pero no me querían tomar. Me decían que no era para mí el trabajo, que con toda la gente que conocía... Hasta que un día mi odontólogo me habló de la facultad y del servicio de prótesis. Con ellos empieza la parte positiva de la historia, conocían otros casos y se dedicaban tan humanamente a la salud. Empezamos muy de a poco y no me preguntes por qué pero yo iba con fe. Mi vida se resumía a ir a la clínica tres veces por semana durante dos años, a puro ensayo y error. Un tratamiento que sigue hasta el día de hoy porque los materiales van cambiando.

¿Qué tan difícil fue volver a mirarte al espejo?

Quieras o no, perder una parte de tu cara es una especie de luto. Iba muy poco a la tele o no daba notas porque todavía yo no me veía bien. Usábamos tomas de lejos para que no se notara, no me animaba al primer plano. Intentaba aceptarme, quería salir al mundo y trabajar pero había cosas que podía y cosas que no. Cuando me maquillaba tenía que maquillarme perfecto, los dos ojos iguales, las dos cejas iguales, la boca perfecta… Toda mi vida trabajé en eso; el mayor esplendor, el mayor cuidado, o sea que yo ya era muy perfeccionista pero en ese momento más. Hoy todavía lo mantengo un poco, aunque en mucho menor grado.

La mujer es más juzgada en todo sentido; por consumir, en salud mental, en la parte sexual... La mujer es más juzgada en todo sentido; por consumir, en salud mental, en la parte sexual...

¿Cómo te sentís ahora?

Ahora me siento libre. Porque cuando sacás esas cosas oscuras de tu vida hay libertad. Ahora sé que puedo llorar cuando quiera, creo en la vida, creo en mí y creo en Dios. Creo en la gente, sigo creyendo en la gente por más que me hayan decepcionado mucho y estuve muchos años sola. Me amigué con la soledad, ahora sé estar sola. Claro que me gustaría estar en pareja, pero no me va eso de pensar que “algo raro tiene” porque tiene tantos años y sigue solo o sola. A veces uno se elige también.

¿Qué le dirías a una persona que hoy está enfrentando una lucha similar a la tuya?

Que en la vida todo pasa, que el dolor es temporal. Que busquen su fuerza interior porque siempre está y llega un momento para hacer el clic, cuando uno se es fiel a sí mismo.

Agradecemos a Mango y a H&M por su colaboración en esta producción.

Fotos: Mauricio Rodríguez

Asistente de fotografía: Gastón De Armas

Producción: Sofía Miranda Montero

Maquillaje y pelo: Pau Melgar