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Franco Colapinto: el nuevo embajador argentino de la Fórmula 1

De un país donde el automovilismo deportivo es una pasión, surgió un carismático corredor bien hijo de estos tiempos que el domingo corre su cuarta carrera

El automovilismo deportivo en Argentina es una verdadera pasión. Tanto es así que muchos lo consideran el segundo deporte más popular en ese país, peleando ese lugar con el básquetbol o el boxeo; el fútbol, claro está, es inalcanzable. Con ese punto de partida puede entenderse la locura que está provocando un tal Franco Colapinto.

Más allá de una fuertísima competencia interna, quizá la más impactante de Latinoamérica, Argentina ha sabido tener 26 representantes en la categoría máxima, la Fórmula 1. Hay uno que destaca sobre todos: Juan Manuel Fangio, el Chueco, el Maestro, el Quíntuple, cinco veces campeón mundial, en 1951, 1954, 1955, 1956 y 1957, en la primera década de esta competencia. Tan grande fue que recién en 2003 el alemán Michael Schumacher rompió este récord.

José Froilán González fue subcampeón mundial en 1954 y fue el primero que hizo que Ferrari ganase una carrera, en 1951. Mucho más acá en el tiempo, Carlos Reutemann fue un verdadero rey sin corona. Corrió 146 grandes premios entre 1972 y 1982, quedando solo a un punto del título mundial de 1981, en circunstancias en las que aún se sostiene que su escudería, Williams, lo mandó al bombo por desobedecer órdenes desde boxes.

Después de Reutemann, el vacío. La presencia argentina en la F 1 se distribuyó en ocho carreras de Oscar Larrauri entre 1988 y 1989, cuatro de Norberto Fontana en 1997, 16 de Esteban Tuero en 1998 y 21 de Gastón Mazzacane en 2000 y 2001. Ninguno de ellos logró puntuar. Y esto pasaba mientras Brasil (con el que Argentina tiene rivalidad en todos los deportes) gozaba con los títulos de Nelson Piquet y Ayrton Senna, así como de grandes actuaciones de Rubens Barrichello y Felipe Massa.

Y en ese desierto, Colapinto surgió como un oasis.

Tres carreras, cuatro puntos, cero abandonos

El próximo domingo, este piloto de 21 años nacido en Pilar, Buenos Aires, correrá su cuarta carrera en Fórmula 1. Con su debut en el italiano circuito de Monza, el 1 de setiembre de este año, manejando un Williams-Mercedes con el número 43, Argentina volvía a tener un piloto en la mayor categoría del automovilismo luego de más de 23 años. Mazzacane había corrido por última vez en Ímola, San Marino, el 15 de abril de 2001, abandonando en la vuelta 28.

Colapinto no abandonó; terminó la carrera en el puesto 12. No puntuó, pero fue un debut auspicioso. El mismo Mazzacane había sido el último piloto argentino en llegar a un final, el 18 de marzo de 2001 en Malasia, cuando también culminó duodécimo.

Pero la alegría total para los tuercas argentinos llegó en la segunda carrera del hijo del abogado Aníbal Colapinto y de Andrea Trofimczuk, el que tiene sangre italiana y ucraniana en sus venas, el que ya tiene una calle con su nombre en una localidad bonaerense (Luján) y el que también parece arrasar fuera de pistas con el público femenino. En el Gran Premio de Azerbaiyán, en el circuito callejero de Bakú, el 15 de setiembre, terminó en el octavo lugar y se hizo de sus primeros cuatro puntos en el campeonato mundial. Para encontrar un piloto argentino sumando unidades hay que retrotraerse más de 42 años, cuando Reutemann alcanzó un segundo puesto, que entonces se premiaba con seis puntos, en Sudáfrica el 23 de enero de 1982.

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En el Gran Premio de Azerbaiyán, terminó en el octavo lugar y se hizo de sus primeros cuatro puntos en el campeonato mundial.

En el Gran Premio de Azerbaiyán, terminó en el octavo lugar y se hizo de sus primeros cuatro puntos en el campeonato mundial.

Vale aclarar que hasta 2002, un año después de que Mazzacane no compitiera más en Fórmula 1, solo se daban puntos a los seis primeros lugares. Este último había logrado un octavo lugar en Nürburing, Alemania, el 21 de mayo de 2000, como mejor actuación de su historia, misma posición que alcanzó Tuero en San Marino el 26 de abril de 1998. Pero reglamentos son reglamentos.

La tercera carrera en F 1 de Colapinto fue la hasta ahora última de la temporada 2024, la de Singapur del 22 de setiembre, en la que culminó undécimo. Por ahora va invicto en materia de abandonos.

Nuevos tiempos en Fórmula 1

La de Colapinto también es la historia de los tiempos actuales de la Fórmula 1, muy distintos a los que sus 25 compatriotas —algunos mucho más que otros— vivieron. Y no solo se refiere a cuestiones reglamentarias o tecnológicas.

Sus inicios no fueron distintos a todo aquel que sueña con destacarse entre motores. Recibió educación primaria en su pueblo, a 54 kilómetros de Buenos Aires, en la misma institución privada donde terminó secundaria. En el medio, mientras se iniciaba en el karting, comenzó lo que en Uruguay es el ciclo básico del liceo en un centro de Campana, otra localidad bonaerense, curso que interrumpió para radicarse en Europa a los 14 años. En el Viejo Mundo llegó a los monoplazas: Fórmula 4 española, Eurofórmula Open, Fórmula Renault, Toyota Racing Series, Fórmula Regional Europea, Fórmula 3, Fórmula 2…

Ahora, por más talento que haya, ningún piloto consigue una butaca en las categorías más competitivas si no hay sponsors que lo apoyen. Y a Franco la plata, y con ella las oportunidades, se le estaban acabando. Tampoco es que los resultados deportivos descollaran: acabó 2023 en el cuarto puesto del campeonato de Fórmula 3. Y es acá cuando interviene el DJ y productor argentino Gonzalo Conde, a quien todo el mundo conoce como Bizarrap.

“Yo no conocía mucho de este ambiente, solo a Pierre Gasly (N. de R. Un francés que corre en Fórmula 1 desde 2017). Pero un día mi viejo me envió una nota donde se mencionaba que Colapinto necesitaba sponsors. Lo llamé sin conocerlo y le pregunté cómo podía ayudar”, dijo el músico a ESPN. La mejor manera de ayudar era con contactos y vaya si Bizarrap tenía contactos pesados: la petrolera YPF y la tecnológica Globant fueron los dos primeros. Luego se sumó Mercado Libre. El casco de Colapinto, como no podía ser de otra manera, dice BZRP.

El apalancamiento por parte de un artista global es solo una particularidad. No la única. “La llegada de Colapinto es también una muestra de cómo diseñan sus estrategias comerciales las empresas del siglo XXI y los unicornios argentinos”, escribió Agustín Colombo en Perfil el 31 de agosto, el día anterior al debut del piloto en Monza. “Hace 20 días, cuando Colapinto solo era un corredor que hacía sus divisiones inferiores en el circuito internacional, Globant organizó y auspició junto con 9z Team su primer Torneo de Simracing (el simulador virtual de una carrera). Los finalistas pudieron competir en la final contra Colapinto y Facu Dudulec, simracer profesional del equipo de 9z Globant. En ese espacio virtual y real estaba Martín Migoya, cofundador y CEO de Globant, una empresa de ingeniería de software y tecnología de la información que creció de manera exponencial en la última década, es considerada uno de los cuatro unicornios nacionales —junto a Mercado Libre, OLX y Despegar— y que en la Bolsa de Nueva York ya duplica en su valor a símbolos nacionales como YPF”, agregó.

Ese día, según ese artículo, Migoya habló de la “visión compartida” entre el unicornio y el conductor, basado en el “talento latinoamericano”: “Estamos seguros de que desde LATAM podemos liderar y marcar el ritmo de lo que suceda en el mundo, sea en F1 o en la industria de la tecnología”, dijo el CEO. Pocas semanas después, Williams bajaba de su butaca al norteamericano Logan Sargeant y subía al argentino. El resto es historia (reciente).

El futuro incierto de un piloto seductor

Estas semanas bastaron para convertir a Franco Colapinto en todo un personaje. No solo se destaca su habilidad al volante, reconocida por los que saben, sino que se descubrió a un personaje carismático, que incluso intenta seducir a las reporteras que lo entrevistan. Tiene una imagen sumamente cuidada y un afectado tono al hablar que parece emerger de la noche porteña noventera, según estallaron los comentarios en redes sociales. Esto último, en un país sumido en una profunda grieta política, aludiendo a un tiempo relacionado con el menemismo y la “pizza con champagne”, antes del estallido social y el argot chabón que comenzó a diseminarse con el cambio de siglo, le puede jugar a favor o en contra, según el interlocutor.

De todas formas, quien el domingo vivirá su cuarta largada en el Gran Premio de Estados Unidos, en Austin, Texas, una exigente competencia que incluirá una carrera sprint puntuable previa a la carrera tradicional, puede ser golondrina de un solo verano. No está clara cuál será su suerte en la temporada 2025.

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James Vowles, el jefe de la escudería Williams, marca a la que no le faltan sponsors y mecenas con mucha plata interesados en sentar a sus propios protegidos, ha dicho varias veces que le gustaría que Colapinto siguiera el año que viene en Sauber. Este equipo es uno de los peces chicos de la F1, pero le tiraría la alfombra roja a un joven talentoso y carismático.

“Lo dije muchas veces, y es mi manager el que está trabajando en ello. Mi trabajo es conducir el auto tan rápido como pueda y girar el volante, y eso es lo que hago”, dijo Colapinto este jueves 17 en rueda de prensa, algo fastidiado ante la pregunta repetida, sin ganas de tirarle onda a las periodistas. “Pueden preguntarle a James (Vowles). James habló mucho al respecto, así que tal vez puedan preguntarle cómo se ve para el próximo año. Pero no tengo información”, añadió. Un país fierrero como muy pocos está en vilo ante la suerte de su naciente estrella.