Hace una prolongada pausa, vuelven las lágrimas a sus ojos, y sigue.
Segundo, me despido de mis compañeros, los simpatizantes y todos los demás. Hace más de cinco años que no voy a un organismo de dirección. La realidad social y política no pasa por mi rancho.
Ahora… tengo mis simpatías y cuando puedo dar una manito, la doy. Pero no soy un viejo consultor, que me tienen que pedir permiso. No, por el contrario. Los compañeros que manejan la 609 son ellos.
Es mi manera de pensar. Me abrí porque si no, no germina nada. La política uruguaya está llena de historias de esas. No puede ser que un tipo como Wilson Ferreira haya desaparecido y no quedó nada. Era un tipo excepcional. Lo mismo pasó con Jorge Batlle y con muchos otros.
Fijate cómo votaron los compañeros del MPP(Movimiento de Participación Popular). Eso está ahí y eso lo hicieron ellos.
No es lo que muestran las encuestas. Mujica sigue siendo hasta el día de hoy el político más popular de Uruguay, junto con el presidente Luis Lacalle Pou. Al recordárselo y decirle que evidentemente muchos lo votaron a él, responde: “Sí, es cierto. Pero eso no me da patente para meterme en todo. La realidad política y social uruguaya no pasa por mi rancho”.
—¿No es cierta, entonces, esa idea generalizada de que está atrás de todo?
—Ah, sí… seguro. Soy un Maquiavelo bárbaro. No, ¡soy un viejo en el final! ¡Ya está! Lo único que quiero ahora es despedirme.
—¿No va a dar más entrevistas ni a tener más apariciones públicas?
—Lo que pido es que me dejen tranquilo. Que no me pidan más entrevistas ni nada más. Ya terminó mi ciclo. Sinceramente, me estoy muriendo. Y el guerrero tiene derecho a su descanso.
Otra vez, se le llenan los ojos de lágrimas.
Tras una pausa de unos segundos, insiste en que ya está fuera de las decisiones políticas importantes: “Lo que me revienta es que inventan teorías de que yo estoy atrás de cada movida de (Yamandú) Orsi. No es cierto. A Orsi no lo veo desde el otro día que ganó las elecciones. Me vino a ver esa mañana y nunca más hablé con él”.
Pero ya no quiere hablar de la actualidad política. Su idea es otra, es la de un punto final.
—A mí la vida me ha dado muchos premios. El principal es que estoy a cuatro meses de cumplir 90 años. Mirá la vida que he tenido. Es un desastre.
—Aquello de “se cuidó toda la vida” no corre…
—(Sonríe) ¡Tas loco! No, no es así. Igual, en determinado momento, morir hay que morir. ¡Y como para no estar orgulloso! ¡Mirá lo que hicieron los compañeros! Se mandaron una campaña electoral impresionante. Hubo días que tuvieron 100 actos. La hicieron ellos la campaña.
—¿Se va tranquilo?
—Totalmente tranquilo y agradecido. Mis compañeros lograron lo que mi generación no logró. ¡Mirá la votación que tuvieron! Y ahora van a tener nueve senadores y 36 diputados. Realmente impresionante. Eso lo lograron ellos.
Luego llega una reivindicación al exministro de Economía Ignacio de Posadas, alguien a quien Mujica valora por su “inteligencia” y porque “de la derecha” es uno de los que más lo hace pensar. Cuenta que siempre lo lee y que lo respeta, y cita que hace poco escribió en una columna de opinión que los tupamaros cambiaron, que no son los mismos que antes. “Y tiene razón. No somos lo mismo que fuimos hace 40 o 50 años. La historia pasa para todos y la vida nos enseña a todos”, asegura.
Por más que dice que no reniega de su juventud, aclara que su generación puso el centro en la economía y que después él se dio cuenta de que “el ser humano es mucho más complejo, que interviene lo económico, pero intervienen muchas cosas también”.
“Las definiciones de Marx son tacañas. Lo económico es motor de la historia, pero hay otros. Esa visión unilateral no la tengo más y eso me lo fue dando la vida”, explica.
—¿Se arrepiente de algo?
—De cantidad de cosas. Fui presidente, y en este país hay gente que pasa hambre. ¡No puede ser!
En otro tramo de la charla reivindica la democracia y dice que no la valoró en su juventud, tiempos en los que lideró junto con otras personas la guerrilla tupamara, y que eso fue una equivocación. “No hay nada como la democracia. Yo de joven no pensé así, es cierto. Me equivoqué. Pero hoy me bato por eso. No es la sociedad perfecta, es la mejor posible”, señala.
Ante las repreguntas, esquiva seguir escarbando en el pasado. Dice que todo lo que tenía para decir al respecto ya lo dijo, muchas veces. Que no tiene nada para agregar. Igual, hace una reflexión general sobre su vida.
La vida es una hermosa aventura y un milagro. Estamos demasiado concentrados en la riqueza y no en la felicidad. Estamos concentrados solo en hacer cosas y, cuando querés acordar, se te pasó la vida al pedo.
Yo la viví muy bien. Mi vida es un poco una novela. La presidencia es solo una pavada, un capítulo más. Además, yo no me había ni propuesto ser presidente. Se dio así el juego.
Igual, siempre viví al mango. Eso, más que una manera de pensar, es temperamento. Cada vez le doy más importancia a la biología. Yo discutí en ruso con mi madre, pero heredé de ella el carácter. ¡Una tana feroz! Yo por momentos tengo ese temperamento.
Sobre las enseñanzas que le gustaría que quedaran cuando él ya no esté, se detiene especialmente en una: la necesidad de la renovación y de que los líderes más veteranos den un paso al costado a tiempo.
Mi barra tiene que entender que el tiempo es inexorable y que hay un momento que hay que abrir la puerta a otras generaciones y no estar estorbando. Mi única preocupación es que tengan una actitud de renovación permanente, porque lo que viene es muy distinto a lo que hubo.
Para que las cosas permanezcan, tenés que cambiar permanentemente. Lo que no logra sucesión, se muere, porque a la muerte se le contesta con la vida. Al envejecimiento, se le contesta con la juventud.
Cita ejemplos, para que no quede ninguna duda de a qué se está refiriendo. “Lo estamos viendo por América Latina, en todos lados. Mirá lo de Bolivia. Es una vergüenza lo que está pasando. Y en Venezuela también. ¡Los papelones que hacen! Salen presidentes y quieren volver a ser y a ser y a ser. No, así no”, afirma.
Recuerda, además, que hace poco, en una entrevista con la agencia AFP, le recomendó públicamente a la expresidenta argentina Cristina Fernández que dé un paso al costado y deje a las nuevas generaciones en su lugar y que lo “relajaron todo”.
Pero, por más que se enojen, Cristina tendría que darle manija a lo nuevo. Tiene gente atrás, que los deje vivir. Nunca se quieren retirar. Siempre quieren ocupar los primeros cargos. Se creen insustituibles. ¿Quién mierda es insustituible? Vos te morís y el mundo sigue dando vueltas.
Embed - Mujica: para que las cosas permanezcan, tenés que cambiar. Lo que no logra sucesión, se muere
Después de casi media hora de charla, vuelve a lo del principio. Intenta terminar de reafirmar su mensaje de despedida. Insiste en que no está “atrás de nada” porque se está muriendo y remarca que se va sin odios, que no odia a nadie: “El odio no sirve para nada, solo para amargarte la vida”.
Deja dos temas antes del punto final. El primero es que de aquí en más solo quiere arreglar sus cosas y poder dedicarse a la tierra, que es lo que ama. “Todos los días ando un poquito en el tractor, aunque sea simbólico, y estoy acomodando las cosas para los que van a quedar acá en la chacra. Compré un tractor nuevo a US$ 28.000. Para los que van a quedar acá, para que vivan. Quiero dejarles fierros nuevos. No tengo hijos, pero igual voy a dejar descendencia”, cuenta.
La chacra en la que vive, agrega, está a nombre de su esposa y va a quedar para el MPP. Y entonces dedica unas palabras a su “gran compañera”, Lucía, que lo escucha desde la cocina contigua. “Lucía es un ser superior y estoy acá todavía gracias a ella”, dice con la voz entrecortada y otra vez con los ojos llenos de lágrimas.
José Mujica Lucía Topolansky
José Mujica y Lucia Topolansky en acto por el aniversario de la muerte de Danilo Astori en la sede del Frente Amplio.
Javier Calvelo / adhocFOTOS
Ahora sí, lo último, avisa.
Yo me voy a morir acá. Ahí afuera hay un sequoia grandote (un árbol que él cultivó de una semilla que le regalaron). Está Manuela enterrada ahí. Estoy haciendo los papeles para que ahí también me entierren a mí. Y ya está.