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    ‘Ángel’, la serie uruguaya que usa la ficción como arma contra problemas viscerales

    El escritor Manuel Soriano debuta como realizador audiovisual en una comedia transgresora emitida en TV Ciudad y TCC Vivo

    La masculinidad se ha vuelto, en el correr de las últimas semanas, el último artículo de novedad del algoritmo.

    La serie Adolescencia de Netflix, catalogada como “la serie del momento” y de la que “todo el mundo habla”, según los motores de búsqueda, lleva días generando debates entre familias, educadores y terapeutas. Su tema central: la masculinidad tóxica y su impacto en la violencia contra las mujeres, especialmente en jóvenes expuestos a un ecosistema digital de contenidos misóginos.

    Al igual que se impulsó los rostros de los actores Stephen Graham y Owen Cooper —padre e hijo en Adolescencia— hacia ese torrente incesante de contenidos que intentan capitalizar el éxito de una serie, otro retrato de la masculinidad se volvió viral la semana pasada.

    El nombre Ashton Hall puede no significar nada a primera vista, pero su rutina matinal —bañarse con agua “de lujo”, pasarse una cáscara de plátano por el cuerpo y comer sandía mientras juega golf— se ha convertido en un festín de burlas para los internautas.

    Este exatleta estadounidense, convertido en influencer, tiene una musculatura que iguala el tamaño de su base de seguidores. Como otros creadores de contenido de su tipo, enfocado en la motivación extrema y un estilo de vida hiperdisciplinado, todo empaquetado en formatos virales, tiene a una parte de internet comiendo de su mano.

    Frente a la masculinidad hiperperformática de Hall —a todas luces, otra forma de ficción— y la frágil de Adolescencia, la nueva serie uruguaya Ángel propone algo distinto: un retrato en salida. No el hombre que viene —ese futuro de músculos y resentimiento—, sino el que se resiste a desaparecer: incómodo, torpe y a veces ridículo, ese que el siglo pasado nos dejó como herencia. Porque si el futuro es uno incel y musculoso, mejor prestar atención al presente imaginado, guionado y dirigido por el escritor Manuel Soriano en su debut como realizador audiovisual.

    Ángel es una comedia transgresora, desafiante y profundamente uruguaya. No solo cuestiona la esclavitud de la producción actual —esa que impone patrones de “éxito asegurado” en la era de las plataformas—, sino que abraza sus limitaciones: reivindica el uso del blanco y negro, enarbola lo incómodo como bandera y comparte, a través de sus creadores y durante la promoción, el modelo cooperativo que hizo posible su realización.

    La serie, compuesta por seis episodios de media hora, se estrenó el domingo 16 de marzo a las 22 en TV Ciudad. Cada domingo a esa hora se emite un nuevo episodio, con repeticiones los miércoles. Además, está disponible on demand en TCC Vivo.

    Ángel no es, estrictamente, una serie centrada en lo masculino, pero su elenco de personajes protagonistas —el uruguayo Gustavo Suárez y los argentinos Antonella Costa y Gustavo Garzón— explora una tensión entre dos arquetipos de hombres: uno tradicional, ligado a las convenciones del pasado, y otro contemporáneo, amoldable pero inseguro.

    El protagonista es Ángel (Suárez), un dramaturgo frustrado y profesor de teatro en Montevideo que lidera un peculiar negocio: resolver casos reales mediante puestas en escena teatrales. Busca reivindicarse como artista, y su método —cuyo parecido con Los simuladores es ironizado por la serie de Soriano— sirve de excusa para explorar situaciones lejos de la complicidad apta para todo público con que Damián Szifrón tejía sus engaños.

    Los clientes de Ángel enfrentan escenarios complejos, al borde de las normas sociales. De los episodios emitidos hasta ahora, hay desde un hombre expulsado de un maternal por sospechas de pedofilia hasta un veterano que acosa a una liceal y debe ser frenado.

    El tercer episodio, que se emitirá el próximo domingo y es uno de los más graciosos de la serie, sigue el caso de un niño —hijo de una pareja de izquierda, atea y universitaria— que empieza a creer fervientemente en las bondades de Jesucristo.

    Embed - ÁNGEL: Una comedia sobre el cambio de siglo - TRAILER

    En Ángel, los casos que resuelve el protagonista no son independientes de su vida familiar. Al contrario, sirven como vehículo para explorar las dinámicas y conflictos de su familia disfuncional: él mismo (Ángel), su padre exguerrillero (el Terco, interpretado por Garzón), su esposa Kika (Costa) y su bebé recién nacido. Este último no es más que un muñeco al que se le agregan sonidos de un bebé real, pero si Clint Eastwood hizo lo mismo en la oscarizada Francotirador, ¿por qué Soriano no tendría el suyo?

    El bebé de utilería es solo uno de los pequeños pactos que la serie logra que el espectador acepte sin problemas. Ángel no camina por una delgada línea entre la realidad y la ficción: se la esnifa sin remordimientos.

    El escenario central de la serie es una casa en el barrio del Prado, Montevideo, donde vive Ángel y su familia. Producida por Cuenco Cine, Intergalactic y Hernando Siles TV, la obra transmite un espíritu uruguayo en las costumbres y los temas de sus personajes, al mismo tiempo que refleja la mirada de Manuel Soriano, un argentino radicado en Montevideo hace años. Con agudeza y acidez, Soriano captura la cotidianidad para construir su propia versión de la serie Atlanta (una inspiración declarada), invitando a teñir lo ordinario con lo insólito.

    Bajo su dirección actoral, los personajes logran una fascinación incluso en los momentos más inusuales. El trío protagonista despliega un compromiso que va más allá de la interpretación. Se destaca especialmente Garzón en el papel de Terco. Su entrega a monólogos absurdos, como la vívida descripción de copular con un batracio, está cargada de una convicción tan intensa que provoca regocijo.

    Mientras Hall flexiona sus músculos para el like fácil y los personajes de Adolescencia se ahogan en sus miserias, el protagonista construido por Suárez es un desastre en alta definición: un artista fracasado que resuelve problemas ajenos porque no puede con los suyos. El Terco, interpretado con ferocidad por Garzón, es todo lo que el influencer promedio teme volverse: un viejo amargado, políticamente incorrecto y tan fuera de moda como un videoclub en la era del streaming.

    No hay espacio entonces para la redención. La masculinidad de estos personajes no está en venta, no cabe en un TikTok, y por eso resulta más honesta que gran parte de la que muestra la producción actual.

    Soriano y su equipo logran que nos riamos de sus personajes y, hasta cierto punto, alcancemos la empatía. Amor y conflicto coexisten en ese peculiar hogar, y así, entre las inseguridades de estos personajes —y del mundo—, surge el resultado: una serie incómoda, desobediente y más que bienvenida.