Las reglas fueron hechas para romperse, y el cineasta español Jonás Trueba ha decidido romper dos de ellas, las del amor y las del cine, al mismo tiempo. Con su última película, Volveréis, que inauguró el martes 8 el 43er Festival Cinematográfico Internacional del Uruguay (conocido informalmente como el Festival de Cinemateca), Trueba demuestra estar en uno de sus mejores momentos como cineasta.
La película —que tendrá una segunda proyección hoy jueves a las 21:00 en Life Alfabeta— trata, en principio, sobre la separación de una pareja tras 15 años juntos. Pero no hay que preocuparse por la dupla de protagonistas: están bien. Fue una decisión mutua, o al menos eso repetirán una y otra vez a sus allegados antes de revelarles una sorpresa más. Planean celebrar el fin de su vínculo con una fiesta.
Volveréis no pudo haber sido una mejor opción para la apertura del festival, que, por primera vez en su historia, recibió a la presidencia de Uruguay, representada por Carolina Cosse como presidenta en ejercicio durante el viaje de Yamandú Orsi.
Aunque una comedia puede parecer una apuesta segura para lograr una respuesta festiva en el público, también existe el riesgo de enfrentar un silencio tajante cuando deberían estar las carcajadas. Pero no fue el caso. El público del martes —integrado por autoridades, cineastas nacionales y extranjeros y asistentes del festival— se rindió ante la propuesta de Trueba entre risas y aplausos. La ceremonia, que tuvo lugar en el Auditorio Nacional del Sodre, incluyó una actuación del Coro Nacional del Sodre (con extractos de Carmina burana), otra de la cantautora Sylvia Meyer y los discursos de la directora general de Cinemateca, María José Santacreu, y la directora artística, Alejandra Trelles.
Santacreu describió el año previo al evento como “un año complicado, cansador, destructivo y empobrecedor” para la institución. Pero, a pesar de las dificultades, señaló que “basta echar un vistazo al mundo para darse cuenta de que estar en un lado complicado es estar en el lugar correcto”, y celebró el “bellísimo atrevimiento de creer que se puede cambiar el mundo haciendo cine”. Afirmó que las 209 películas del festival son “ventanas a otros tantos mundos”, creadas para dejar huella en el público.
Por su parte, Trelles se refirió a la disposición del público a ser afectado por el cine, describiéndolo como “atento, silencioso, expectante y, sobre todo, dispuesto a ser modificado por una película”, una imagen que consideró “muy poderosa”. Equiparó el poder de una “cámara en la mano de alguien con convicciones éticas” con imágenes icónicas de resistencia y libertad, sugiriendo que el cine puede documentar e inspirar cambios. Concluyó su discurso afirmando que la Cinemateca y el festival reúnen a quienes creen que “el cine nos hace mejores”.
El efecto de las película sobre las personas está más que presente en la película de Trueba. Fiel a su pulsión por mostrar en sus planos las obras y autores que lo atraviesan, el director incluye explícitamente una pregunta que Stanley Cavell —académico estadounidense y uno de los primeros académicos en analizar el cine filosóficamente— plantea en su libro: El cine, ¿puede hacernos mejores? La presencia de esta idea en Volveréis subraya la obsesión del director por el rol de su arte: su capacidad para reflejar experiencias, provocar cuestionamientos y, según su visión, ofrecer una perspectiva más esperanzadora y humana del mundo.
Para el estreno de su película La virgen de agosto, de 2019, Trueba definía su cine, en una conversación con Búsqueda, como “un espacio de encuentro para el espectador”. Tres películas después —antes de Volveréis filmó la monumental Quién lo impide y la acogedora Tenéis que venir a verla —, sus obras siguen sintiéndose como una casa abierta, en la que uno es invitado a instalarse con comodidad para poder relajarse y pensar.
Trueba construye historias que evitan las conclusiones obvias y las estructuras rebuscadas, enfocándose en plasmar el espíritu de su tiempo. Su mirada, atenta a los detalles de los espacios —sobre todo los de Madrid, su ciudad—, desdibuja los límites entre lo real y lo imaginario, creando un diálogo con el entorno que incita a observar con nuevos ojos el día a día y los vínculos entre las personas. Esa misma libertad se extiende al espectador: el director ha admitido, sin reparos, que no le incomoda si la audiencia experimenta momentos de aburrimiento
Aunque se siente conectado con una tradición del cine clásico, sus películas no dejan de mirar hacia adelante. En ese sentido, Volveréis marca un quiebre: es una película ingeniosa, entretenida y experimental, en la que el encanto de su comedia y romance se mezcla con destellos de una naturaleza absurda. Su humor, construido desde una premisa irónica, se despliega en un sinfín de situaciones cotidianas y diálogos afilados, jugando con las convenciones del género pero evitando el cinismo.
En la inauguración del festival de cine, el productor español Javier Lafuente, fundador de la productora Los Ilusos Films y productor de las películas de Trueba, presentó la película como una exploración de la ruptura sentimental con un particular giro tonal.
“Es una película sobre la ruptura”, afirmó Lafuente, añadiendo un elemento intrigante sobre el proceso creativo: “Creíamos que hacíamos un drama, pero se nos convirtió en comedia. O pensábamos que hacíamos una comedia y se nos convirtió en drama”.
La ruptura principal de la película —aunque más adelante se descubre otra más metaficcional— es la de sus protagonistas: Alejandra (¡de apellido Trelles, como la directora de Cinemateca!), interpretada por Itsaso Arana, y Alex, personificado por Vito Sanz. Tras 15 años de relación, deciden separarse y celebrarlo con una fiesta. La decisión, y cómo la comunican, provoca que sus seres queridos reaccionen con incredulidad y lo tomen como un chiste, repitiendo constantemente la frase que da título a la película: “Volveréis”.
Arana y Sanz se involucraron desde el inicio del proyecto. Fueron elegidos como protagonistas por su complicidad evidente en pantalla y por su trayectoria previa con Trueba. Vale aclarar: Sanz ha aparecido en casi todas las películas del director, mientras que Arana, protagonista de La virgen de agosto y pareja de Trueba, debutó como directora con Las chicas están bien, incluida en la filmografía de Los Ilusos Films. El guion fue escrito a seis manos por Trueba, Arana y Sanz, un proceso que les recordó al de la trilogía Antes de... de Richard Linklater.
La presencia de los actores y amigos de Trueba no es el único aspecto de su vida personal que trasciende a la ficción. El origen de la película se remonta a una frase que el cineasta español Fernando Trueba, padre del director y quien también aparece en la película interpretando al padre de Alejandra (el suegro se convierte en padre y la nuera en hija), solía decir: que las parejas deberían celebrar sus separaciones con una fiesta, no solo sus uniones. Según Trueba (hijo), esta frase se quedó en su cabeza y comenzó a mitificar hasta convertirla en la premisa de su película. Aunque nunca la había puesto en práctica en la vida real, el cine le permitió explorarla.
El proyecto surgió de un momento en que el propio director atravesaba una crisis personal y cinematográfica. Durante la promoción de la película en 2024 afirmó que esta era la historia que le tocaba hacer, un reflejo de su estado de ánimo en ese período. La película se convirtió entonces en una forma de explorar esa crisis vital y profesional, que inevitablemente afectó su vida en pareja. Trueba incluso llegó a considerarla su Ocho y medio y hasta un exorcismo.
Al ver Volveréis se añade otra capa de disfrute en el cine de Trueba, más allá de la inteligencia y sensibilidad de su ingeniosa y tierna comedia. Los rostros familiares de sus películas, los guiños a otros cineastas españoles y la sensación de volver a un lugar conocido son evidentes. Afortunadamente, la película también se sostiene por sí misma.
Una vez que Alejandra y Alex dan su doble noticia —la separación y la fiesta—, la historia se desarrolla mostrando los preparativos de este evento mientras revela el detrás de escenas de una película, cuya naturaleza es mejor no desvelar, ya que la protagonista es directora y está en pleno montaje. Además, hace un uso significativo de la repetición, tanto en su estructura como en referencias, e introduce un juego de espejos entre el amor y el cine. La química entre los protagonistas se traslada a la pantalla y hace más que creíble la relación y la serenidad con la que parecen navegar un momento usualmente muy turbulento.
Uno de los aspectos más fascinantes de Volveréis es cómo su naturaleza lúdica muestra una verdad más íntima: incluso un corazón roto sigue latiendo con fuerza. La película expone el arte cinematográfico, con el montaje como un juego entre realidad y ficción y no como simple técnica, como espejo de nuestras propias reconstrucciones emocionales. Trueba dialoga con la tradición (hay homenajes a Truffaut y Bergman) para mostrar que el amor, incluso cuando se quiebra, nunca pierde su valor. Nos recuerda que el arte puede transformar el dolor en celebración, y que el cine, cuando late con autenticidad, siempre encuentra un público dispuesto a latir con él.