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Mario Vargas Llosa dejó sus huellas literarias y personales en Montevideo
Estuvo en el Paraninfo de la Universidad de la República en 1966 y dio una conferencia magistral sobre la novela; escribió un libro de ensayos sobre la obra de Juan Carlos Onetti y felicitó al gobierno de José Mujica en una columna por la legalización del cultivo y la venta del cannabis
Mario Vargas Llosa en la ceremonia de ingreso a la Academia Francesa, 2023
Es difícil elegir entre La guerra del fin del mundo o Conversación en la Catedral, entre La ciudad y los perros o La tía Julia y el escribidor, entre La casa verde o La fiesta del Chivo, entre Pantaleón y las visitadoras o La historia de Mayta, entre sus columnas o sus ensayos. La obra de Mario Vargas Llosa es enorme como una catedral y cuando murió el lunes 13 de abril a los 89 años, el mundo literario y sus lectores compartieron su pesar y sus elogios por su legado creativo, por sus libros, por su inmenso aporte intelectual. También hubo los consabidos “peros”: “Un gran escritor, pero…”, seguido por las críticas hacia sus posturas políticas. Vargas Llosa convivió con esos cuestionamientos desde que en 1971 se alejó de la izquierda y comenzó su camino hacia el liberalismo. El otro camino, el de la genialidad literaria, lo condujo hacia el Premio Nobel de Literatura en 2010.
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El de Vargas Llosa es uno de los primeros nombres que surgen cuando se piensa en el boom de la literatura latinoamericana de los años 60. Sería difícil establecer si fue tan exitoso como Gabriel García Márquez, por largo tiempo su amigo, hasta que las circunstancias políticas y otras personales los separaron. Pero, si bien ninguna de sus novelas tuvo el impacto de Cien años de soledad, están entre las más memorables y valoradas de la literatura latinoamericana no solo por su maestría narrativa sino por ser crónicas de la realidad social y política de Perú, el principal escenario de sus historias. Basta leer la pregunta inicial de Conversación en la Catedral (1969) para entender el rumbo de su literatura: “¿En qué momento se había jodido el Perú?”.
Seguramente estuvo en muchas ocasiones en Montevideo y tal vez entre sus primeras visitas está la que hizo en 1966 al Paraninfo de la Universidad de la República. Allí Vargas Llosa dio una conferencia titulada, simplemente, La novela, que se recogió en una sencilla edición de bolsillo de la editorial argentina América Nueva, junto con un ensayo de José María Arguedas sobre la narrativa peruana.
“Creo que el novelista es ante todo aquel que no está satisfecho con la realidad. (…) Hay, me parece, una relación muy curiosa entre el surgimiento de una gran novelística y el estado de crisis y descomposición de una sociedad”, planteó en aquella conferencia. Y a continuación analizó la técnica del pasaje de una realidad a otra en las novelas, de los “vasos comunicantes” y de las “cajas chinas” en Las mil y una noches, en las novelas de caballerías, en el Quijote, en la obra de Cortázar. Fue una clase magistral, llena de sabiduría y de gran manejo del discurso. Debería reeditarse.
La guerra del fin del mundo.jpg
En 1976 hubo un hecho que tangencialmente tuvo relación con Uruguay. En el Palacio de Bellas Artes de México se exhibió el documental La odisea de los Andes, sobre el accidente sufrido por el equipo de rugbiers uruguayos en la montaña. Vargas Llosa había sido el guionista de ese documental y el día del estreno vio a García Márquez entre los invitados, fue derecho hacia él y le dio un puñetazo. Es famoso el ojo negro de Gabo como un testimonio de aquel ataque. No se sabe exactamente por qué sucedió, pero hay varias especulaciones. El escritor peruano Jaime Bayly le dedicó todo un libro a ese puñetazo. Se llama Los genios, se lee con el entusiasmo de las buenas crónicas literarias y tiene en su acápite la siguiente cita de Historia de Mayta: “Algo se aprende, tratando de construir un suceso a base de testimonios, es, justamente, que todas las historias son cuentos, que están hechas de verdades y mentiras”.
El viaje a la ficcion.jpg
En 2008, Vargas Llosa publicó El viaje hacia la ficción, un conjunto de ensayos sobre la obra de Juan Carlos Onetti. Escrito con admiración y afecto hacia el escritor uruguayo, el ensayo transita también por la Montevideo onettiana, por la vida del escritor, sus variados trabajos y amores, su carácter huraño y su humor ácido, hasta llegar al largo exilio en Madrid, donde permaneció tumbado en una cama los últimos años de su vida. Un año después, Búsqueda le hizo una entrevista a propósito de ese libro. Estas son dos de sus respuestas:
—En el libro rescata las dos imágenes de Onetti: la del “hurón intratable” y la del hombre tierno y lleno de humor.
—Exactamente, detrás de su hosquedad y agresividad había una persona tierna y vulnerable, muy poco preparada para la lucha por la vida. Era un hombre frágil y muy íntegro. Consideraba que entre las peores características del ser humano estaba el hacer concesiones. Onetti nunca hizo concesiones, nunca puso su vocación y palabra al servicio de nada más que sus propias obsesiones. Eso lo hacía muy vulnerable, creo que esa es la palabra que lo define mejor.
—¿Es cierto que usted le robó la dentadura a Onetti?
—(Se ríe). Esos son los mitos que hacía correr él mismo, son todos cuentos que salían de su boca. Es una anécdota muy divertida que revela que tenía mucho sentido del humor, como aparece en su literatura. Claro que es un humor negro. El cuento surge a raíz de una entrevista que le hizo Ramón Chao para la televisión francesa. Al parecer, el periodista miraba curioso el único diente que le quedaba en la boca y entonces Onetti le dijo que en otro tiempo había tenido una dentadura magnífica, pero que se la había regalado a Mario Vargas Llosa. Él podía ser muy sarcástico cuando quería. Tenía una ironía muy fina. Todos esos chistes revelan en el fondo algo muy cariñoso. Creo que era consciente de la gran admiración que yo le tenía y siempre fue muy cariñoso conmigo, a su manera, con la hosquedad acostumbrada.
La ciudad de los perros.jpg
El columnista en casa
Publicó durante años su columna Piedra de toque en El País de España, que también se publicaba en Búsqueda. Analizaba generalmente temas políticos, pero también otros sociales o literarios. Una de las más recordadas, y criticadas, la publicó en 2012 con el título La marihuana sale del armario. Fue una felicitación al gobierno uruguayo, con la que demostró su verdadero pensamiento liberal. “Hay que aplaudir la valerosa decisión del gobierno de Uruguay y de su presidente, José Mujica, de proponer al Parlamento una ley legalizando el cultivo y la venta de cannabis”.
Un año antes, había estado en la redacción de Búsqueda y conversó con los periodistas, principalmente sobre el futuro de la profesión. Su visión no fue muy alentadora: “Yo creo que el periodismo vive un período, digamos, difícil, porque lo que la gente quiere cuando abre un periódico es entretenerse y divertirse. Creo que, mucho más que informarse, quiere eso. Lo mismo ocurre cuando las personas encienden la televisión o ponen la radio. No digo que sea todo el mundo, pero la gran mayoría busca fundamentalmente divertirse. Eso ha ido empujando cada vez más al periodismo a dar ese tipo de información sorprendente, escandalosa y novedosa, porque es lo que engancha realmente al gran público. Hay un público de élite, pero es un público muy minoritario con el cual no puede sobrevivir un órgano de prensa importante. Se trata de un fenómeno global que se da en los países más cultos y en los países más subdesarrollados”.
En Montevideo estuvo por última vez en 2022 y tuvo una entrevista con la entonces periodista Blanca Rodríguez, en el gran salón del Sofitel Casino Carrasco. Habló de literatura y del reciente libro que había publicado La mirada quieta (de Pérez Galdós). La conversación derivó hacia sus variadas lecturas, pero lo que divirtió más a la audiencia fue su relato de sus inicios como lector: “Mi madre era muy buena lectora y en su biblioteca tenía un libro de Pablo Neruda de tapas con letras amarillas, que me había prohibido leer. Recuerdo mucho el comienzo de ese libro en el que había un poema que decía: Mi cuerpo de labriego salvaje te socava / y hace saltar al hijo del fondo de la tierra. Yo no entendía lo que decía, pero sabía que lo prohibido me atraía. Sabía que el pecado estaba ahí”.
La última novela de Vargas Llosa se titula Le dedico mi silencio (2023) y trata sobre la música criolla peruana. Con esta novela, dedicada a su esposa y prima Patricia Llosa, se despidió de la literatura de ficción. Pensaba escribir un ensayo sobre Jean Paul Sartre. Quien sabe si con el tiempo se publica ese ensayo. Sería el último regalo para sus lectores.